Arranca 2019 con asesinatos de líderes sociales, noticias falsas del Banco Vaticano, historias reescritas de despojos de tierras, videos desde las montañas lamentando no tener armas, mermeladas parafiscales, carnavales amenazados con censuras, la TV pública amenazada, y el risueño NHM defendiendo su puesto a costa de los jirones de credibilidad que le quedan, si es que le quedan, a la malhadada Fiscalía. Bonita forma de presentarse tuvo el año. Ya no caben villancicos ni buñuelos. Esto es lo que hay.
Y dentro de eso, sigue marcando tendencia el propender por evitar los discursos polarizadores de los extremos a la hora de fijar opinión sobre los temas que como sociedad nos atañen. El último hashtag pasa por declararse a favor o en contra de la llamada “tibieza” o “ni-ni” con que se asumen posturas públicas. Eso de “Ni chicha ni limonada” que Horacio Serpa dijera en los tiempos del 8000 sigue estando proscrito.
Verdad de Perogrullo: Los extremos, duda no cabe, se parecen. A derecha e izquierda se repiten en su repulsa manía de estigmatizar y señalar al contrario como enemigo, entendiendo como contrario a todo lo que no sea de su lado. La moderación les resulta incómoda porque los obliga a pensar y a ponerse en los zapatos del otro. Felices están en su espejismo y en la sensación de manada protectora que les da su grupúsculo uniformado.
Y para decirlo sin tapujos ni eufemismos, esos extremos tienen apellido transformado en sustantivo y adjetivo: Uribe y Petro. Para peor, esa imagen del extremo se ha extendido a los sectores afines moderados, por lo que equivocadamente se le atañe la condición de Uribista a toda la derecha, y de Petrista a toda la izquierda. En medio de esos todos, donde debería estar un centro, es a donde arrumaron a los tibios. Casi que los están graduando de enemigos comunes.
Ahora bien, el no sentirse identificado con las posiciones mesiánicas de los líderes de estas sectas no exime a los “sin nombre” la responsabilidad social de asumir posturas ante lo que como ciudadanos nos compete a todos, aún a riesgo de que los extremos fanáticos crean que se identifican con ellos en caso de eventual coincidencia. Temas como la libertad de expresión, el respeto a los derechos humanos y la vida, a la libre determinación, a la equidad y al acceso universal a los servicios esenciales de educación y salud son, o deberían ser, innegociables. Igual lo es el rechazo a la corrupción, clientelismo y politiquería. Del lado que sea. De quien sea.
Como sociedad civil tenemos que tomar partido por eso: Por la civilidad. En la medida en que esos extremos con apellido cambien el aplauso barato por el análisis sesudo se darán cuenta que sus Ungidos no son más que encantadores de serpientes, imperfectos y falibles. Y si quieren huir de la tibieza, enfríen los insultos y calienten la discusión con argumentos serios. Sin miedo y sin etiquetas.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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