El Heraldo
Opinión

Todo lo necesario

Cada cuanto, y cuando les conviene, salen algunos a repetir llamados apocalípticos sobre la crisis y el futuro del periodismo en un entorno marcado por la incertidumbre del sostenimiento del modelo de negocio, el escepticismo ciudadano y el nuevo papel, y por ende la nueva relación, que las audiencias plantean con los medios a partir del empoderamiento que la tecnología digital ha permitido. Y una vez más, y cada vez que sea necesario, tocará salir a defender con dientes apretados la importancia del oficio en una sociedad madura y sostenible.

En primer lugar, y otra vez, es contradictorio y hasta cantinflesco que supuestos líderes de opinión con claros compromisos con el poder político y económico salgan a rasgarse las vestiduras porque, supuestamente, las redes sociales han reemplazado al periodismo. No. Las redes sociales, con todos los cobres y huecos que puedan tener, han servido para desacralizar las posturas pontificales con que ellos mismos han comprometido su credibilidad. El periodismo bien hecho, el que se basa en el hecho, el que pregunta, el que constata y compara, el que tiene clara la diferencia entre información y opinión; ese periodismo no sufre. Al contrario, ese prevalece y se agradece. Y prevalece porque tiene claro que las audiencias no tragan entero, que los datos son ubicuos y que lo que prima es el juicio argumentado, éticamente responsable y libre, como debe ser.

Libertad. Difícil concepto en un contexto como el nuestro acostumbrado a que los medios sean parte de conglomerados poderosos y endogámicos, donde la fuente y el que firma los cheques son el mismo o son familia; o donde la pauta oficial es la que determina los fondos para la quincena. Y sin que eso haya cambiado por completo, cierto es que se pueden encontrar ejercicios importantes de periodismo independiente auspiciado por la misma ciudadanía, con un modelo de negocio distinto al tradicional en circulación y mercadeo, enfocado a audiencias segmentadas y fieles que cada vez son más y lo son más. Esas mismas audiencias son las que comparan, opinan, señalan y abogan por más periodistas y menos relacionistas públicos, hábiles en volver jabón de tocador sus entrevistas y reportajes con el poder o sus voceros.

Y por supuesto que la tecnología o la ventana de distribución no sirven de nada si no se acompañan de la esencia del relato periodístico: El respeto por el hecho, por el dato, por la verdad y por audiencia. Eso implica unas características personales de desprendimiento y servicio que se complementan con una formación integral en permanente actualización y confrontación. Quien crea que puede informar (peor opinar) sobre lo que a duras penas conoce está equivocado. El buen periodista se ensucia escarbando y acaba las suelas de los zapatos cuando tiene que hacerlo.

El periodismo no está en crisis. Una forma de hacer periodismo lo está. Y bienvenida esa crisis. Que dure hasta que ellos se den cuenta que las baratijas con que encandilaban ya no impresionan.

asf1904@yahoo.com

@alfredosabbagh

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