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Salados

Lo del “Mar rojo” de Galerazamba y el posterior tsunami de turismo desbordado se puede analizar de muchas formas. Aquí caben miradas desde la insaciablemente mentada economía naranja, el rebusque, las necesidad de figuración que arrastran las modas mediáticas, o la falta de planeación oficial. Al final todo apunta a que la romería de curiosos se evaporará, y que sin duda encontrará en otro lugar el fondo de sus congestionados álbumes de Instagram. Normal. 

Las salinas, que recordemos estuvieron cerradas un par de años, fueron reabiertas a la explotación por parte de la Agencia Nacional Minera el pasado mes de marzo. El anuncio estuvo acompañado de optimistas mensajes relacionados con el empoderamiento comunitario local en la extracción de la sal, la posibilidad de reactivar la economía en una zona que viene arrastrando una condición difícil, y potenciar el turismo aprovechando para ello el paisaje, la ubicación y el acceso. El asunto empezó, literalmente, a “tomar color” con la visita de Carlos Vives a las salinas y el uso de las mismas como locación de uno de sus últimos videos musicales. Los like y retuits generados por la presencia del querido artista en las piscinas de sal pintadas por la concentración de micro algas que prestan su coloración rojiza cada cuanto, motivaron un inusual interés, casi místico, por visitar lo que ha estado allí desde siempre.

Coloquialmente se diría que se “volvió un plan”, y como bien lo cuentan los locales, las salinas empezaron a llenarse de turistas a los que resultaba fácil sacarles un billetico de la cartera para tomarse la foto, en vestido de baño, en un pedazo de agua que no es mar y que en promedio su profundidad no tapa los talones. Igual no importa. El plan da para todo.

Y como “plan es plan”, miles de carros y piernas invadieron el espacio, trayendo consigo especulación y basura. Lo rojo empezó a volverse negro y el agua a parecer barro. Las cuentas alegres hablaban de ganarse en un día cobrando parqueo lo de llenar decenas de bultos de sal. Los cristales del mineral se volvieron utilería en la puesta en escena. La realidad pasó, como tantas otras veces, a ser el decorado de la fantasía que se comparte en el mundo idealizado de Facebook y redes similares.

Pero así como llegó, así se irá. Luego de cuarenta y tantos miles de visitantes, las salinas fueron cerradas al público para dar paso a las máquinas que extraerán el mineral para su comercialización. Declaraciones de entendidos apuntan a que la producción en el depósito más frecuentado se alcanzó a afectar, pero tocará con calma comparar esos números con los que el atropellado turismo dejó. Unas por otras.

Por lo pronto, ojalá que de Galerazamba no nos olvidemos tan rápido. Que no haga falta otro video musical con Carlos Vives para ponerla “de moda”, que la industria de la sal se reactive, que haya prosperidad y progreso. Que la sal espante la saladera.

asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh

 

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