Imposible no hacer referencia a lo del domingo pasado. La jornada electoral nos dejó imágenes interesantes que pasarán a ser históricas en la medida en que se cumplan las expectativas que generan sus protagonistas. La foto de Claudia y Angélica en Bogotá es, humilde opinión, un maravilloso rompe con anquilosadas y medrosas maneras de entender la vida. Y más allá del afecto demostrado, lo que se ve es a una pareja de profesionales exitosas, preparadas, hechas a pulso, que no tragan entero y que saben levantar la voz cuando toca. De hecho, siempre será mejor eso que agachar la cabeza y hacer caso al injusto poderoso. Ojalá le vaya bien a la doctora López y formalice los puentes que tendió con sus adversarios en el discurso de victoria. Una ciudad tan compleja y multicultural como la capital lo requiere.
Lo de Medellín es, aparte de sorpresa, un trancazo en el corazón del partido de gobierno. Daniel Quintero Calle derrotó al delfín Ramos, a la propaganda negra y a unas encuestas que no le daban mayor chance. Llega con ideas frescas que juntan propuestas innovadoras en el desarrollo de industrias TIC con sostenibilidad y educación. Su condición de independiente lo deja inicialmente sin mayorías en el Concejo, pero el soporte de la votación más alta de la historia para la Alcaldía de Medellín le da margen de maniobra. Toca ver como arma su gabinete.
En Cali repite el médico Jorge Iván Ospina, candidato de los verdes en coalición con liberales, la U y el Polo. Casi 100 mil votos lo separaron de Roberto Ortiz, ex congresista liberal que se presentó por un movimiento independiente al final apoyado por el uribismo. Al contrario que en Medellín, Ospina llega con mayorías en el Concejo, lo que augura un navegar tranquilo. En principio, porque ya sabemos cómo se pueden agitar esas aguas, y porque de todos modos siempre son buenos los contrapesos en la democracia. En una buena democracia, pues…
Y por estos lares no pasó nada que no se supiera, pero con esperanzadora intención constructiva debe revisarse tanto el gran número de electores que eligió la opción del voto en blanco, como también el número de tarjetones no marcados. Esos valores, junto al de los votos que no fueron por el continuismo, se terminan por constituir en un porcentaje nada despreciable de personas que no se sintieron representadas en las caras del tarjetón. Cualquier razón posible merece cuidado: La falta de debate, la invisibilidad de las propuestas alternativas, la poca importancia que se le otorgó al tema por la sensación, ahora certeza, de que lo de los votos era mero trámite, o llegar al cubículo con la “obligación” de marcar un tarjetón antes que todos. La que haya sido o todas las anteriores. Es igual de preocupante y un llamado de atención que ojalá recoja el candidato ganador para procurar construir tejido social, consenso y ciudadanía antes o a la par que un alud de obras. Si logra eso, sin duda, el alumno habrá superado al maestro. Ojalá…
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@alfredosabbagh
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