“Fahrenheit 11/9” es el título con que el famoso cineasta norteamericano Michael Moore bautizó al documental que presentó hace un par de años con su punto de vista sobre las razones que habían permitido el ascenso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. El nombre refiere directamente tanto a la novela de Ray Bradbury como al documental que el mismo Moore lanzó en 2004 para revisar la presidencia de George W. Bush. Cineasta polémico, ganador del Oscar en 2003 con la esencial “Bowling for Columbine”, estrella de sus propios filmes, activista político y uno de los máximos exponentes del género conocido como “politaintment”; Moore ataca con su característico sarcasmo virulento tanto a Trump y al partido republicano como a las élites del partido demócrata, todos al final “culpables” de que lo que en principio parecía un chiste, esté por completar cuatro años, con posibilidades de cuatro más, sentado en la oficina oval.
Moore reafirma en el documental lo que predijo semanas antes de las elecciones de 2016: Una masa silenciosa de votantes imbuidos por falsas noticias, rencores de raza y clase, sin representación y sin voz, le darían su voto al candidato que se disfrazaba de anti-establecimiento, posaba de bravucón, y se pavoneaba de sus atajos a la ley. Esas papeletas concentradas en Estados estratégicos le darían los votos electorales suficientes al magnate estrella de televisión para, literalmente, hacer arder el mundo y quitarle la careta a una parte importante de la sociedad norteamericana; más racista, misógina, retrógrada y camandulera de lo que Hollywood se dedicó a proyectar.
La sombra que el país del norte ha ejercido sobre su mal llamado “patio trasero”, sumado al tradicional lacayismo con que al respecto se ha manejado la política exterior nacional, ha derivado en estos momentos de coyuntural crispación a comentarios desafortunados e injerencias inoportunas que olvidan, craso error, que los intereses del Estado deben prevalecer sobre los de los gobiernos. Y si a eso le sumamos la incompetente torpeza de que hace gala el actual embajador colombiano en Washington, pues nada pinta para bien; o si cabe la “cantinflada”, de pronto para lo mismo, pero peor.
Por estos lares andamos igual de polarizados y con los ánimos crispados, dudando con razón de la legitimidad de las autoridades, de la administración de la justicia, de la fiscalización de los medios; apostándole a corrientes mesiánicas, negando lo innegable o defendiendo o indefendible. Lo malo es lo que se pega, aunque la verdad es que en cuestiones de polarización, crispación y vergüenzas en la administración pública somos de los “mejores del mundo”. Poco tenemos que aprender. O mucho…
En el documental de Moore la voz de la esperanza se materializa en movimientos juveniles y en la irrupción de caras e ideas nuevas en la política local con posibilidad de influir en lo nacional. Ojalá, tanto allá como acá, sean las nuevas generaciones las que lleguen a cambiar esto.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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