Apenas va una semana y ya este 2020 saca canas. Conmueven las espantosas imágenes que llegan desde Australia, devorada salvajemente por incendios que han cobrado tanto vidas humanas como las de miles de animales de su preciado ecosistema. Esas llamas al cielo junto con el recuerdo fresco de los incendios en la Amazonía y en California, los huracanes en el Atlántico y los tifones en el Índico son, como si faltaran, pruebas de la imperiosa necesidad de revisar globalmente lo que estamos haciendo con la única casa que tenemos.
Para peor, como generalmente pasa con el personaje de marras, la megalomanía caricaturesca de Trump lo tiene pateando la frágil mesa del ajedrez geopolítico internacional al lanzar bombas allá y acullá, avivando así marejadas de odio de previsibles y dantescas consecuencias; incluyendo el distraer la atención interna sobre el proceso de destitución que ya le camina a la Cámara Alta. Triste manía la de los presidentes norteamericanos: A problemas en casa, armemos guerras afuera. Clinton, Bush, Obama… Aquí no se salva nadie. La ignorancia y mitomanía patológica del actual inquilino de la Casa Blanca tiene a buena parte del mundo apretando fuerte. La otra parte se saborea. Esos son los que viven de la guerra y las reconstrucciones posteriores a gusto de los que ganan. Así ha sido allá, aquí, ayer y hoy; y sino ocurre un milagro, así seguirá siendo.
Aunque suene a descubrir el agua tibia, todo se junta y todo pasa por lo mismo. El modelo de sociedad que se empezó a construir luego de la segunda revolución industrial necesita urgente replantearse. Gobiernos corruptos e incompetentes abonaron la idea de que a estados fallidos se les podría, si no reemplazar, por lo menos limitar con mercados abiertos capaces, también supuestamente, de autorregularse. Eso no pasó. La democracia le dio paso a la plutocracia, donde el modelo a seguir es el que más tiene, el que más ostenta, el que más gasta. Las reglas del mercado no son las de la gente. El éxito está en tener plata, como sea.
Y en ese “como sea” nos llevamos por delante al planeta. El cambio climático pasó de ser lo que algunos irresponsables llamaban un invento de científicos despelucados a convertirse en una aterradora e irreversible realidad que nos afecta y afectará como humanidad en lo que nos quede de tiempo. El lobby industrial militar que domina el mundo desde los años 60 del siglo pasado se opuso y se opone al desarrollo de energías alternativas sustentables y renovables. Pañitos tibios en cumbres mundiales de poco o nada servirán si quienes de verdad mandan no dejan de pensar como vienen pensando y si nosotros, la sociedad civil, no nos apersonamos de lo que nos toca; tanto cuando vamos a votar como cuando vamos a consumir.
El modelo actual no da para más. Mucho me temo que nos estemos dando cuenta demasiado tarde. Las guerras que vengan, esas que tanto les gustan a los mercaderes de la muerte, van a terminar siendo por agua y por comida. Algo debemos hacer ya.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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