El agudo maestro Javier Darío Restrepo se refirió en su columna de hace dos días en este mismo espacio a la oportunidad de reinvención que representa la innegable crisis del modelo tradicional de los medios de comunicación. Esa oportunidad, con la que coinciden numerosas voces autorizadas en el mundo, se basa en el volver a las raíces del periodismo éticamente responsable, incisivo, creativo y preocupado por contar historias de lo real basadas en un profundo respeto por los hechos, las fuentes y las audiencias.
Decirlo es mucho más fácil que lograrlo. Aquí y allá los medios se debaten entre la espada de una opinión pública crítica y desconfiada; y la pared de unos conglomerados económicos con intereses políticos (o al revés, el orden de los factores no altera el producto), que buscan imponer agendas a su propia conveniencia. En el medio se encuentra, porque seguro es así, una gran cantidad de profesionales comprometidos y bien intencionados que viven con angustia entre remuneraciones bajas, recortes de personal, y amenazas regulatorias.
Aparecen entonces varias opciones. Una de ellas es, como lo menciona el maestro, la producción de contenidos periodísticos de alta calidad, rigor investigativo, pertinencia e independencia; que generen la confianza suficiente en la audiencia como para suscribirse y pagar por ese contenido. Tarde se entendió, y aún no todos lo hacen, que el consumo digital no es un valor agregado sino un valor en sí mismo, que implica trabajo y que se monetiza igual. Un periodismo independiente es pilar fundamental de cualquier sociedad que se precie de serlo. Pedirle a esa sociedad que ayude a sostenerlo no debería ser descabellado o imposible.
Otra opción, ligada con la primera, es que esa producción de contenidos periodísticos se especialice y centre en nichos particulares de audiencia, con un consumo en forma y fondo adaptable a sus necesidades y que aproveche las tecnologías existentes. El concepto de MOJO (Mobile Journalism o Periodismo Móvil en español), que no es otra cosa que aprovechar los dispositivos móviles para producir contenidos factibles de contar con rápida circulación, llegó para quedarse siempre y cuando se acompañe de lo esencial, y que está citado en el párrafo anterior: Independencia, calidad, rigor y pertinencia. Con productos así se puede fidelizar a sectores importantes de la audiencia, motivados entonces a contribuir con su sostenimiento.
Es allí, en lo esencial, donde la lucha por sobrevivir debe encontrar su asidero. La sociedad necesita una prensa libre, que narre los hechos, que los contextualice, que separe datos de opinión, que no trague entero, que no se siente a manteles con el poder, que entienda que su principal activo está la credibilidad que genera la “cordial distancia” con la fuente, sea ésta quien sea. Allí radica la oportunidad aún viva.
Pd: Excelente columna la de María Jimena Duzán en la actual edición de la revista Semana. Para leerla y preguntarse.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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