El día después
En ningún caso se justifican las espeluznantes violaciones a los derechos humanos y al debido proceso.
Una semana más con el fuego encendido y los pirómanos de fiesta. Los egos desaforados se enfrentan en las redes mientras que en las calles lo hacen colombianos con carencias similares y uniformes distintos. Los que hicieron de la violencia un estilo de vida aprovechan para fomentar el caos que amplifican sin diferenciar los parlantes del régimen. Bala va, piedra viene. Ganarán los de siempre y perderemos los mismos si no se asume lo que toca.
Porque es lógico y porque es su obligación, a quien primero se le debe exigir mesura es al gobierno central. Con la anuencia de su mentor, el presidente Duque sigue enfrascado en minimizar los reclamos ciudadanos y en igualar el repudiable vandalismo con el derecho ciudadano a la protesta. La respuesta desaforada y violenta de las fuerzas del orden ahondan mucho más la brecha que separa esas dos concepciones de país que pasaron de tolerarse a detestarse. Si de verdad Duque se sintiera, como tanto repite, “el presidente de todos los colombianos”, no se escondería detrás de los escudos del Esmad o los trinos de su sanedrín, mismo que se achica día a día. El cálculo político que sigue a los resultados de las últimas encuestas de opinión apuntan a dejarlo solo. Parafraseando a Gabo, se nos perdió el presidente en el laberinto que le armó su principal validador.
Por eso, y antes de que sea demasiado tarde (tarde ya es…), debería el presidente darle un timonazo al barco. Que salga de la burbuja, que rompa los hilos con que el titiritero lo sujeta, que escuche, que controle a la fuerza pública, que envíe un mensaje claro a la más de media Colombia que hoy no sabe a quién acudir o a quién creerle. Le queda un año nada más para zafarse del yunque amarrado al cuello con que se hundirá en el fondo del lago de la infamia. No es mucho tiempo, pero es algo. Ojalá lo intente.
Y por otro lado, es claro que la protesta no puede sostenerse en el tiempo sin perder fuelle en la medida en que la carestía aparece. Así como se le piden gestos al gobierno, una proporcional desescalada de los bloqueos para permitir el tránsito de elementos esenciales es necesaria como señal. Para que eso ocurra, es imperativo que la fuerza pública anule cualquier posibilidad de uso desmedido y mortal en su accionar. En ningún caso se justifican las espeluznantes violaciones a los derechos humanos y al debido proceso. Que se calmen de una buena vez.
Gestos que permitan pensar con calma en el día después. Y así vamos avanzando paso a paso.
Pd: Un corto párrafo final para agradecer la solidaridad y afecto recibido luego de los sucesos de la semana pasada. A la villanía anónima se le debe contestar con el discurso argumentado. Que nada ni nadie le coarte a nadie nunca su posibilidad de expresarse en los términos de la civilidad y la democracia. El consenso debe estar en el respeto al disenso.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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