
Despertares
El despertar ciudadano ya no le camina a la pose ni al manual como antes, y menos se deja encasillar o silenciar cuando es consciente de la fuerza y posibilidades de convocatoria que el universo de lo virtual ofrece. El ciudadano pide menos señalar y más dialogar, menos imponer agendas y más concertar metas, menos apariencias y más oportunidades.
Toca decirlo otra vez: Esta es, entre otras cosas más, la era de la pose. Somos lo que somos y lo que aparentamos ser; lo que simulamos ser en el intento por encajar dentro de los estándares de éxito, belleza y/o corrección política y social que nos inocularon por años para mantenernos tranquilos y domesticados. La minoría que anda exhibiéndose en el traje nuevo del emperador termina decidiendo sobre la mayoría que tiene que resolver diariamente lo de la comida porque la primera sabe moverse mejor en la virtualidad. Y así nos va. Nos gobiernan fantasmas bien vestidos.
La era de la pose entra en primavera cada vez que se acerca una jornada electoral. Los lugares comunes a los que recurren los aspirantes para ganarse el favor de los votantes son, literal, sacados de manual. Todos se toman fotos con ancianos y niños, todos se sientan en el bordillo a hablar con la gente, todos se comen su sancocho en la chaza del mercado, todos son el cambio (incluidos los aspirantes del partido de gobierno, por supuesto), todos son la esperanza, la alternativa, lo distinto. Pareciera que esta vez eso no va a bastarles, pero la frágil memoria que nos caracteriza no le da mayor margen al optimismo. A veces, solo a veces, pareciera irrumpir un despertar ciudadano, un golpe rebelde al status quo que impuso la citada pose. Si tan solo duraran lo suficiente para madurarse, o si entendieran pronto que el peor de los enemigos es el ego, esos despertares ciudadanos se unieran en procura de un objetivo común que supere, y por mucho, sus finitas carnes.
Y hablando de despertares, estas líneas se terminan de escribir luego de que concluyera por Twitter Space un encuentro convocado por la periodista Andrea Dávila. Bajo la pregunta “¿Qué pasa en Barranquilla?” se congregaron cientos de personas durante un poco más de 3 horas para compartir opiniones, argumentar, debatir, desahogarse y escuchar. Al encuentro se sumaron funcionarios de la Alcaldía, ediles, y hasta un representante a la Cámara; todo en un ambiente de sano respeto y cordial distancia. El que tantas personas (en un momento fueron más de 600) se hayan encontrado en este espacio virtual sin mayor convocatoria previa debe servir de chispa y de ejemplo: De chispa para que sea el primero de muchos espacios similares, y de ejemplo para que se entienda que existe una ciudadanía ávida de espacios de expresión, que señalar al contradictor como enemigo no contribuye en nada a la democracia, y que es tan necesario el hablar como escuchar cuando se ostenta el poder.
El despertar ciudadano ya no le camina a la pose ni al manual como antes, y menos se deja encasillar o silenciar cuando es consciente de la fuerza y posibilidades de convocatoria que el universo de lo virtual ofrece. El ciudadano pide menos señalar y más dialogar, menos imponer agendas y más concertar metas, menos apariencias y más oportunidades. El ciudadano no le cree más al mero discurso del cemento ni a los trajes bonitos. El ciudadano quiere que lo escuchen.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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