La crispación social en la que andamos nos hace caer a casi todos, porque aquí difícil que alguien se salve, en la injusta generalización cuando se trata de defender alguna postura. Se cree erróneamente que atacar al mensajero reemplaza debatir el mensaje; y lamentablemente parece que más de medio siglo de guerra nos dejó un malsano gusto por la sangre que no hemos sido capaces de deplorar. La malquerencia se vive con particular olor fétido en las redes sociales, cada vez más anegadas por la insoportable bilis que se derrama desde el anonimato cobarde o las cuentas automatizadas vendidas al mejor postor.
Las generalizaciones abarcan un amplio espectro de descalificadores adjetivos. Lo malo se volvió norma y dogma, donde caen por igual estudiantes que marchan, policías, jueces, políticos, miembros del ejército, uribistas, no uribistas, petristas, no petristas, votantes en blanco, abstencionistas, religiosos, periodistas y un enorme etcétera. Fácil le endilgamos, y que tire la primera piedra el que no, cualquier suerte de oprobiosos epítetos a alguno o algunos de los grupos mencionados; dependiendo por supuesto del lado de la acera que nos guste. Y en esa generalización negadora puede ser que nos estemos perdiendo de la oportunidad de entender, que no es lo mismo que compartir, el punto de vista que nos resulta contrario. Esa oportunidad de entender es al mismo tiempo una ocasión de respeto. No estar de acuerdo no debería implicar perder el respeto. No debería, pero pasa; y nos pasa a todos. Corrijo para no generalizar: A casi todos.
Es más, pareciera que el contenerse o el intentar ver el matiz sea tan o más malo que el no estar de acuerdo. No hay chance a la balanza equilibrada. O se es, o no se es. No se puede no saber, no se puede preguntar, no se puede dudar. “¿Estás o no estás?” es la pregunta retadora. No contestar te hace un paria, culpable para los extremos de no querer comprometerse, y carne de cañón para la legión de defensores a mandíbula batiente y dedos veloces que acompaña ciega y sordamente a los dos ungidos Mesías. Ellos mismos. Ustedes saben quiénes son.
El desarrollo personal puede pasar muchas veces por no tragar entero; y eso no implica que no se pueda tomar partido o identificarse particularmente con una manera de pensar, de entender y de entenderse. Lo que no cuadra es que la identificación niegue la posibilidad de respetar al “otro” y a “lo otro”; o dejar que esa misma identificación nuble la capacidad, que es también un derecho, de dudar. El que piensa distinto no es necesariamente un enemigo. Es, sencillamente, alguien que piensa distinto.
Cuesta trabajo moderarse. No cabe duda. Pero toca hacer el esfuerzo. Este país partido en dos requiere urgente que dejemos de juzgarnos como buenos o malos. Estamos muy cerca de que, como dijo Gabo de Macondo, nos borre un “pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugado por la cólera del huracán bíblico”
O le bajamos, o nuestra propia cólera nos va a arrasar.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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