2+2=5
Claro está que en estos tiempos de acceso ilimitado a la información esa intención le resulta cada vez más difícil al poder y a los poderosos. El discurso hegemónico y la opinión impuesta se enfrentan a diario con las vías alternas que la tecnología digital nos abrió. No son perfectas ni escapan por completo a los cantos de sirena del poder, pero ofrecen alternativas que motivan el no tragar entero. Toca, eso sí, saber dónde buscar, contrastar datos y no dejar de dudar.
Por aprendidas y aceptadas razones, esta suma y su resultado han sido utilizados numerosas veces para enfatizar lo errado de una conclusión, la falacia de un argumento o lo imposible de la premisa. Dos más dos no puede ser cinco, porque en las matemáticas de siempre, contado con los dedos de las manos y repetido en canciones infantiles, es cuatro. Punto. No podría ser de otra manera.
Precisamente en ese “no podría ser” la fórmula también es usada como ejemplo de lo que puede pasar si una proposición o enunciado falso es repetido lo suficiente y al tiempo negado su debate. La percepción de realidad o el valor de verdad de este se velan por la contradicción aparente a la que el enunciado es llevado. Dos más dos termina por ser aceptado como cinco por la repetición o imposición de la idea. Así lo cuenta George Orwell en la esencial novela “1984” cuando se refiere a los interrogatorios en la habitación 101: Smith, el protagonista, sucumbe ante la imposición mental del partido dominante. La realidad pasa a ser la que el poderoso quiera que sea. Así pasa en la novela y así muchos quieren que pase en nuestra sociedad.
Claro está que en estos tiempos de acceso ilimitado a la información esa intención le resulta cada vez más difícil al poder y a los poderosos. El discurso hegemónico y la opinión impuesta se enfrentan a diario con las vías alternas que la tecnología digital nos abrió. No son perfectas ni escapan por completo a los cantos de sirena del poder, pero ofrecen alternativas que motivan el no tragar entero. Toca, eso sí, saber dónde buscar, contrastar datos y no dejar de dudar.
Y aunque el establecimiento sea consciente de que le resulta más difícil imponer la falacia, de todos modos insiste. En medio de la tribulación ciudadana por el tsunami de inseguridad que se vive en Barranquilla, y aún con el recuerdo vigente de la cabeza de un decapitado en una bolsa de basura, la semana pasada nos ¿sorprendimos? con la noticia, foto incluida, de que el director nacional de la Policía llegaba a la ciudad a imponer una medalla al alcalde Pumarejo por su “liderazgo contra la delincuencia”. La foto del alcalde con el pecho firme mientras le colgaban la insignia y recibía el diploma de honor contrastaba con las de las cámaras de seguridad que en la noche eternizaron los atracos masivos en establecimientos públicos. El “no nos vamos a amilanar” es contestado con robos y balas por la delincuencia que altiva manda a decir quienes pueden trabajar y quienes no. La sociedad civil, en el medio, cada vez cree menos.
Lejos está el día en que caigan todas las falacias. Siguen aún queriendo imponer que “lo mejor para la ciudad es que…”, “nosotros hemos llegado a salvar a”, “somos imparables e incansables” y demás miembros de la misma familia. Por más que quieran seguir forzando a creer lo contrario a punta de medallas, la ciudad está sitiada por el miedo y dos más dos es cuatro.
asf1904@yahoo.com
@alfredosabbagh
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