No, señora, no se preocupe. Este no es el enésimo artículo criticando los precios enloquecidos de Electricaribe. Hacer tal cosa sería como hablar de salchichas en Alemania. Está muy visto. Lo que hoy me ocupa es plantear una duda, una angustia metafísica que me atenaza el corazón (sí, los españoles también tenemos corazón), desde que cayó en mis aterrorizadas manos la última factura de la infausta suministradora de energía eléctrica. ¿Qué demonios es el impuesto de alumbrado eléctrico y por qué me clavan 52 mil pesos por él? A lo que añado, ¿y qué rediablos es la tasa de seguridad y convivencia ciudadana y por qué me sacan 73 mil pesos por ella? Porque por la energía apenas pago setenta mil y eso que este mes estuve una semana fuera de casa. El resto de la factura son estos dos impuestos que no tengo ni remota idea de qué son, ni para qué sirven, ni por qué me los cobran en la factura de la luz.
¿Existe una relación directa entre la electricidad y la seguridad y la convivencia ciudadana? ¿He de interpretar que si yo no pagara la luz no habría seguridad y los ciudadanos dejaríamos de convivir? ¿Tal vez los policías se quedarían a oscuras e incapacitados para hacer su noble tarea que todos agradecemos tanto? ¿Quizá mis vecinos dejarían de sentirse ciudadanos deseosos de convivir y se convertirían en monstruos sedientos de sangre que, como en horripilante película de zombis, se arrojarían sobre mí en atroz holocausto caníbal? ¿He de suponer que el futuro de la ciudad depende de que este humilde desgraciado palme 73 mil pesos en su factura de la luz?
En lo del alumbrado público mejor no entrar. Porque en mi calle hay leds desde hace unos meses. Pero en la de al lado podría tener lugar un aquelarre de lo oscura que está. Ya me imagino a brujas, espantos, fantasmas y a más de un honorable senador de la república, bailando semidesnudos y sudorosos en la calle de al lado. Bañados por las tinieblas. Con los rostros desencajados. Presos del furor y la pasión. Iluminados por las fogatas y por su maldad, porque el alumbrado público que yo sufrago con mis 52 mil pesitos ni está, ni se le espera. En serio, hay calles que están más negras que la conciencia del encargado de atención al cliente de Electricaribe, ya saben, el tipo que les responde las cartas de protesta diciendo que el cobro de este mes fue perfectamente normal y que la culpa es de ustedes por usar tanto el aire acondicionado, manirrotos.
Las dudas se me amontonan. Por un lado, no tengo nada claro en qué consisten los elementos por los que pago miles de pesos en impuestos, consuma o no consuma electricidad. Por el otro, la sospecha de que aquello que prometen suministrar a cambio de mi desembolso no se cumple en algunos casos y es absurdo en otros, me hace vivir esclavo de la frustración del que paga y de la desazón del que sabe que no va a dejar de pagar. Estoy por ponerme una placa solar en el pecho, otra en la espalda y así, al menos, si me da un calambrazo, sabré que me lo merezco.
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