El Heraldo
Opinión

El fin del petróleo

¿Saben ustedes que más del 40% de las exportaciones de Colombia son petróleo crudo? ¿Y saben que si sumamos el petróleo refinado y el carbón subimos al 65%? ¿Y saben que ya hay países –como Noruega– que han anunciado que en veinte años prohíben la gasolina como combustible para sus carros? La Unión Europea tiene en sus objetivos para los próximos dos decenios un descenso acelerado en el consumo de petróleo y carbón. La propia China, aterrada ante los enormes gastos en salud que generan las enfermedades derivadas de la atroz contaminación que envuelve sus núcleos urbanos, va en la misma dirección. Y el coche eléctrico no es ciencia ficción. No miren a Elon Musk y a Tesla. Miren a BMW o Volskwagen, que tienen varios modelos a punto de salir al mercado.

¿Y qué significa todo esto? Pues que, o diversificamos la economía nacional, o en menos de lo que canta un gallo viviremos de lo que genere la exportación de café y bananos. Lo cual hoy no llega al 5% de las exportaciones y no parece una base muy sólida para nuestras pensiones, nuestro bienestar y el porvenir de nuestros hijos. La ecuación es sencilla: si tu economía depende de la exportación de materias primas y las dos principales que exportas van a sufrir un derrumbe en su demanda de aquí a veinte, treinta años, máximo, o diversificas tus exportaciones y comienzas a vender otras cosas o ve preparándote para el Armagedón. Y, créanme, cuando una de tus opciones es el Armagedón, es que algo no va bien del todo.

Es urgente diversificar la economía colombiana. Hay que apostarle al turismo, a las energías renovables, a la agricultura de alto rendimiento y a atraer a las empresas que se deslocalicen de otros países. Y para eso es necesario tener una seguridad jurídica que dé tranquilidad a los inversores internos y externos, un sistema impositivo moderado que no los espante, una administración rápida y eficiente que no los ahogue con burocracia y un Estado y una ciudadanía que en su conjunto le digan no a la corrupción en todos sus niveles y formas.

Los que crean que este país tiene futuro haciendo agujeros en el suelo están muy equivocados. Lo de hacer agujeros y confiar en encontrar cosas de valor está muy bien si eres un experto conocedor de las rutinas de ahorro de Pablo Escobar, pero, salvo que ese sea el caso, no puedes abandonarte en la confianza de que Colombia es rica porque tiene mucho petróleo y no se acabará su consumo mientras siga habiendo reservas. Ni Colombia es rica, ni la Edad de Piedra se acabó cuando se acabaron las piedras. La riqueza no viene del suelo, ni de los recursos naturales. Viene de la capacidad de producir servicios y objetos que otros quieran comprar. Y para eso se necesitan instituciones políticas y económicas modernas, una población educada y formada y una clase empresarial dinámica. 

Colombia no está condenada al subdesarrollo ni a tener un veinte o treinta por ciento de su población por debajo del umbral de la pobreza. El ejemplo venezolano demuestra que países con grandes recursos se hunden al ser mal administrados. El futuro nacional no debe depender del petróleo, sino de unas instituciones bien diseñadas. Aún estamos a tiempo.

 

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