Si algo ha quedado claro durante las jornadas de protesta de los últimos días, es que muchos medios no han sabido leer al país.
Evidentemente asistimos a una polarización profunda, a instancias de quienes no tienen mejores ideas para caracterizar sus luchas.
Hablo de la izquierda y la derecha.
El único discurso que conocen es el insulto y la deslegitimación del contrario. Por eso levantan el tono, fustigan y lapidan sin ningún tipo de miramientos.
La máxima es: polariza y reinarás.
En un despliegue de mezquindad propio de los apátridas, se niegan a considerar el efecto de sus miradas. Ahí están, por ejemplo, los muertos inocentes, la subida histórica del dólar y, dentro de poco, las caídas en la inversión privada, el comercio y la industria.
Mientras de un lado apuntan al caos para desestabilizar, del otro anteponen sus egos inmarcesibles para no dejarlos pasar.
Entonces se enfrentan los que quieren gobernar a la fuerza y lo que usan la fuerza para detenerlos.
Ahí no hay conciliación posible como no sea el sometimiento del detractor que, para los efectos, es el enemigo.
Pero la esencia no es reducir sino intentarlo, para que la humanidad los reconozca como actores envalentonados que lanzan papas bombas o cartuchos plásticos de carga múltiple.
Antes, o después, arremeterán con la palabra: asesinos, dirán; terroristas, les responderán.
Digamos que mal que bien, ese es su juego. Algunos teóricos, como la politóloga belga Chantal Mouffe, les confirmarán que así se defiende la pluralidad y los sesgos necesarios del sistema democrático.
Pero ¿debería ser esa la misma actitud de los medios de comunicación? Lo pregunto mejor: ¿se están percatando de que están siendo usados?
Para empezar, el espectáculo de las mesas de trabajo de las cadenas radiales se anima con analistas de ambos bandos. Eso es lo funcional.
Y cuando abren los micrófonos, surge la gritería. El espectáculo de improperios sutiles es aterrador. Se nota que el uno es “ultraconservador” y el “de avanzada”. Claro, de un lado corren aguas uribistas y, del otro, corrientes robledo-petristas que van convirtiendo en emisiones de entretención lo que debieron ser franjas de información.
Como en las marchas, el que no odia puede resultar perdedor en la contienda.
Al final lo que queda es un incendio nacional, que abraza con su calor infernal lo que ya parece una división irreductible.
Los puristas dirán que ese es el país, y que a los medios les corresponde apenas cubrirlo.
No me da pena contrariarlos. Ese paradigma responde a una falsa neutralidad.
Se trata de una mediación inconsciente que lo único que hace es agregarle público al show.
Si esa mediación fuera juiciosa, sabrían que durante las últimas elecciones locales el país habló. Y dijo que en el centro político hay una corriente de opinión que es mucho más importante que los extremos. Por lo menos lo considerarían.
albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM
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