El Heraldo
Opinión

La deuda de Barranquilla, tiene una cosa…

Asumamos que una familia quiere comprar una casa, pero ni los ahorros ni los ingresos alcanzan. 

Su opción, básicamente, es cancelar o aplazar el sueño mientras se va llenando la alcancía.

Básicamente. Porque la otra alternativa es solicitar un préstamo con la capacidad de endeudamiento que permiten los sueldos y las reservas de todos.

El mercado ofrecerá a la familia todo un menú de posibilidades, desde cobradiarios hasta créditos de bancos.

Imaginemos, ahora, que el de la disyuntiva es un alcalde.

Como todo mandatario quiere construir las obras que necesita la ciudad, pero los recursos no son suficientes. 

¿Le dice a su pueblo que no puede hacer nada y que lo mejor es olvidarse por ahora de los parques, la canalización de los arroyos o la avenida del río? ¡O se endeuda!

Tanto para las familias como para el alcalde, hay una premisa que todo estudiante de economía ve en Macroeconomía I: la deuda no es mala; lo que pueden llegar a serlo son las condiciones que pactan deudor y acreedor.

Lo que familias y alcaldes deben observar es que los intereses y los plazos acordados estén a la altura de los ingresos actuales y futuros y, muy importante; que el monto adeudado nunca sobrepase el 60% de la riqueza que generen para no tener problemas con el pago de intereses y amortizaciones (Acuerdo de Maastricht).

¿Qué ha pasado con Barranquilla? 

A enero de este año la ciudad debía 1,2 billones de pesos. El monto, que a simple vista parece alto, deja de serlo cuando observamos que al año 2007 el saldo era de 1,3 billones de pesos. En otras palabras, tenemos más o menos el mismo nivel de endeudamiento de hace doce años.

La diferencia es que en aquellos años representaba 204,4% de los ingresos y hoy equivale al 36%. 

La preocupación latente es que esos recursos de capital estén afectando las vigencias futuras que, como lo podríamos ver en una clase de Macroeconomía II, tampoco son malas y si se usan correctamente pueden llegar a ser una herramienta útil para la gestión presupuestal.

Mientras en el año 2007 esas vigencias constituían 494% del saldo de la deuda (¡eso sí que era escandaloso!), hoy equivalen al 68%, con un atenuante: hace doce años se usaron esencialmente para financiar a Métodos y Sistemas (la recaudadora privada de impuestos que por fortuna ya no existe), y hoy se concentran en malla vial (29%), arroyos (24%), alumbrado público (16%) y hospitales, avenida del río, corredor portuario, colegios, Transmetro y plazas y parques (31%).

Viendo todo eso, las evaluadoras de riesgos BRC Investors Services y Fitch Ratings Colombia, han dicho insistentemente que el Distrito ha repagado oportunamente el servicio a la deuda y dado a esta un manejo prudente. Por eso la calificación de la ciudad es la más alta en grado de inversión. 

Y viendo lo que ellas ven, pregunto: ¿cuál es, entonces, el problema? 

Albertomartinezmonterrosa@gmail.com 
@AlbertoMtinezM

 

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