El Heraldo
Opinión

El secuestro de la protesta

El problema es que la protesta social está secuestrada por la izquierda y satanizada por la derecha. 

Para quienes militan en un lado no hay mejor forma de canalizar la inconformidad que el caos y la anarquía. La misión, en vez de marchar, es causar desordenes.

Ellos todavía creen en la revolución Bolchevique. Por eso cada reclamo legítimo de los ciudadanos, especialmente si lo traen las brisas de noviembre, es el escenario propicio para volver a soñar, y desempolvan las capuchas, preparan sus “papa bombas” y se lanzan a la calle con las consignas de siempre. 

Para los otros, las diferencias sociales son naturales e inevitables. Nadie tiene la culpa de que en el mundo haya aristócratas que avivan la propiedad privada como piedra angular de la sociedad, y desarrapados que atentan contra ella. 

Es una gentuza resentida y desadaptada que es incapaz de coexistir en una democracia estable como la colombiana y adopta métodos terroristas para sobreponer las ideas. Lo que deben hacer es estudiar, partida de vagos.

Se trata de discursos reiterativos que, de lado y lado, desvían la atención. Peor aún: son argumentos que generan confusión y al final consiguen el propósito último -tanto de los revolucionarios como de los oligarcas- de deslegitimar el reclamo.

Como antes desdibujaron propósitos como la paz o la redistribución de la riqueza, hoy nublaron la discusión sobre la crisis de la educación. 

Claro que tenemos un problema, que no es solo de la muy sonora provisión de recursos que hacen falta, sino de la casi invisible discusión sobre la eficiencia en el gasto. Claro que debemos aumentar la cobertura, aunque también convendría recordar a Howard Gardner cuando advierte que el Estado debe ocuparse de las mentes excepcionales para impulsar el desarrollo. 

Pero el forcejeo de los oradores en las nuevas tribunas es si este tipo de protestas justifica o no la intervención de métodos violentos; si se acepta o no atacar a un medio de comunicación a pesar de sus sesgos; si en el caso de los estudiantes se infiltraron o no policías para invalidar el movimiento. 

Es eso: a la izquierda extrema no le interesan ni las soluciones ni los debates, porque pierden el terreno para la sedición; a la derecha radical, tampoco, y aprovecha la agitación para evadir su responsabilidad frente a las provisiones necesarias. 

Lo cierto es que los dos extremos tienen un desfase monumental.

Ya no van a acceder al poder por las armas, compañeros, porque hasta la palabra compañero es hoy un sinsentido. Ni ustedes, doctores, van a frenar las reivindicaciones sociales, porque es el tiempo de las masas por cuenta de los derechos amplificados. 

No sean necios. Aquí no tienen cabida ni revolucionarios ni reaccionarios. 

Entiendan, de una vez por todas, que hay una nueva puesta de sol para el mundo y sus discursos.

albertomartinezmonterrosa@gmail.com
@AlbertoMtinezM

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