El Heraldo
Opinión

El secretario que no fui

Mis amigos, y algunos que no lo son tanto, juraban que iba a hacer parte del gabinete. Del distrital, claro.

Algunos me mandaron hojas de vida de sus hijos. Otros me decían: “acuérdate de mí cuando estés en el paraíso”.

Los mentideros políticos aflojaban algunas ayudas, de manera que cada uno o dos días, soltaban especulaciones sobre los nombres que herméticamente guardaba el mandatario electo. El mío siempre estaba por ahí.

En principio, no me extrañó. Por cuenta de las hablillas y, debo decirlo, del cariño menesteroso, he sido en Barranquilla rector de la Universidad del Atlántico, gerente de Telecaribe, secretario de Educación, rector de la Universidad Distrital…

Supongo que se debe a mi defensa férrea al proceso Barranquilla, que he hecho y seguiré haciendo esencialmente por convicción.

Pero debo decir que, por cuenta de los nuevos rumores, nunca había estado tan cerca.

Lo dijo Víctor López, y “Víctor López nunca se equivoca”, interpeló otro de mis amigos. La versión también salió en Al Día, la contaron en los noticieros, se replicó en la redes... El chisme llegó hasta Medellín, donde un grupo de mis estudiantes realizaba una misión académica.

¿Cuándo hacemos empalme?, alcanzaron a preguntarme dos de los funcionarios que se suponía iba a reemplazar.

Llegaron a pintarme, entonces, en algún despacho oficial, dictando resoluciones, recitando estrategias, convocando reuniones y, claro, imaginando soluciones estructurales para la ciudad sensual.  En algún rincón del escritorio estarían las hojas de vida de ellos y de sus hijos.

Pero el que era, no me llamaba.

La cosa empezó a ponerse rara a mediados de la semana pasada. Uno de mis más entusiastas animadores me llamó a decir que había un cambio: yo era el secretario de Cultura. Miren esto: Me acosté siendo secretario de Comunicaciones y amanecí ahora como titular de la cartera de Cultura. (A esa altura lo único que faltaba era que me anunciaran como primera dama del Distrito).

Eso sí que no -respondí-. No me pinto en la batalla de flores embutido en el disfraz de Gorila que, por supuesto tendría que pedirle prestado a Juancho. Mi dignidad de carnavalero aburrido no me la quita nadie.

Hasta que por fin se supo todo. Uno de los que signaba mi ascenso burocrático fue el mismo que, de un plumazo telefónico, me bajó.

No, marica -me indicó, con un nudo en la garganta que casi no le deja salir las palabras- ya nombraron a todos.

¿En todos los cargos?, pregunté, ya indignado porque con las emociones de mis amigos nadie juega. Ni la presidencia de una junta de acción comunal, me aclaró, con los ojos humedecidos por el dolor y un formato azul de Minerva que se arrugaba en sus manos.

Fresco, siguió, tratando de darme el ánimo que los dos sabíamos era para él: eso quiere decir que lo tuyo no son las secretarías sino los Ministerios.

albertomartinezmonterrosa@gmail.com

@AlbertoMtinezM

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