Todos tenemos derechos
Si no cambiamos nuestro corazón, seguro seguiremos construyendo estructuras injustas e inequitativas.
Lo que estamos experimentando en el país, nos tiene que cuestionar a todos sobre la manera como estamos viviendo. Tenemos que dejar a un lado las posiciones de superioridad moral que nos hacen destruir al otro con nuestras palabras y acciones, y tratar de entender cuáles son las causas que ocasionan esta compleja situación. Lo que vivimos es la acumulación de muchas situaciones de injusticias, de desprecio por el otro, de dinámicas de corrupción y de cerrarle a los demás las posibilidades de realización, de no entender que, para ser felices, tenemos que luchar porque los “otros” sean felices, de creer que solo son importantes nuestros derechos.
Tengan la certeza que no es un pecado tener riqueza como fruto de una actividad económica legal y ética, todos queremos tener más y mejores condiciones de vida y para ello trabajamos con inteligencia y disciplina. Lo que si creo que es un pecado y una de las causas más serias de los problemas sociales que tenemos hoy en día, es creer que solo nosotros tenemos que usufructuar y ganar económicamente, pisoteando a los otros y cerrando cualquier posibilidad de desarrollo para ellos y sus familias. Y mucho más lo es si se hace a partir de conductas corruptas, ilícitas y no-éticas de robarse lo que es de todos; y con el “espantajopismo” más cínico, enrostrárselo a los pobres en las redes.
Si hoy hay inconformidad en las calles de nuestras ciudades y una decisión de cambiar las maneras como hemos construido nuestras relaciones, es porque unos cuantos han creído que lo merecen todo a costa de la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades de la mayoría. El problema no es hacer riqueza, el problema es no saber generar dinámicas que le permita, a los que trabajan con nosotros, que tengan calidad de vida y que puedan crecer desde la equidad en la consecución de sus metas más sublimes y personales. El problema es no saber distribuir el ingreso.
El empresario Maurice Armitage lo decía en estos términos: “Hay mucha gente en negocios pequeños que no pueden pagar ni siquiera el salario mínimo, pero hay muchas empresas que se pegan de ese salario mínimo, sabiendo que la mano de obra no les cuesta nada y no reparten y no hacen que el ingreso se mejore para mucha gente. En la medida en que seamos capaces de que la gente gane más, de que distribuyamos el ingreso, a través de la mano de obra, Colombia se va a desarrollar más, va a haber más industria, va a haber más desarrollo. Ahora eso, acompañado de que tenemos que dar un impulso rápido a minimizar el hambre que existe".
Debo dejar claro que no estoy hablando de caridad, ni de limosna sino de justicia; de entender que no puedo ser feliz en mi comodidad mientras los otros sufren en la miseria que los ahoga. Me preocupa que se juntan los fanatismos religiosos, políticos, económicos para justificar nuestros egoísmos y avaricias, y descalificar el reclamo de los otros. Solo hay felicidad y paz si somos capaces de trabajar porque tengamos más justicia y equidad. Mientras la corrupción sea “normal” como acción para ser cada vez más ricos, viviremos en continua explosión social. Por eso, creo que además de todas las posibles soluciones estructurales que debemos vivir, también se requiere una metánoia interior. Si no cambiamos nuestro corazón, seguro seguiremos construyendo estructuras injustas e inequitativas.
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