Racismo sutil
Hay gente que se cree mejor que otra. Algunos suponen que tienen más dignidad que aquellos que los sirven, trabajan para ellos o no son de su estrato social. Nos hemos acostumbrado a jerarquizar el valor de los seres humanos y, claro, siempre estamos ubicados en los que más valor representan.
Cualquier rasgo se vuelve suficiente para justificar esta estupidez: el color de la piel, las orientaciones sexuales, el origen étnico, las creencias religiosas etc. Que quede claro, no somos más que nadie, no tenemos mayor dignidad que ninguna persona.
Hay un relato bíblico que me impresiona mucho, porque deja claro como los prejuicios se hacen presente aun en medio de aquellos que viven en torno a la fe en Jesús de Nazaret. Es el relato de la cananea (Mateo 15,21-28). Los cananeos son considerados lo peor de la sociedad, son considerados sin valor (Josué 9,27). Una mujer que tiene el dolor más grande, su hija está sufriendo y busca ayuda pero, evidentemente, los prejuicios le hacen creer a los discípulos que el dolor de ella no es tan importante y por eso tratan de evitar que Jesús la atienda (Mateo 15,23). Así son los prejuicios de crueles, brutales e inhumanos.
Por estos días de protestas por la muerte de George Floyd he leído y escuchado todo tipo de afirmaciones que tratan de negar o justificar las acciones racistas que a diario vivimos. Todas fruto de los prejuicios que se retroalimentan constantemente con una lectura sesgada de la realidad. ¿Qué podemos hacer? Creo que además de crecer en la conciencia de que somos iguales y que nada nos hace mejor en dignidad que los otros –ni siquiera las opciones religiosas-, para evitar toda manifestación de discriminación, es necesario visibilizar y luchar contra los llamados “microracismos”.
Una investigación de la Universidad Complutense los define como: “expresiones cotidianas y sutiles encaminadas a perpetuar discriminaciones por motivos sociales, sexuales y/o étnicos, que atentan contra la personalidad, dignidad e integridad de una persona, dificultando su desarrollo particular y colectivo”. Son expresiones como: “todos los negros son flojos”, “aquí trabajando como negro”, “la oveja negra de la familia”, etc que usamos a diario y que camuflan los prejuicios y el racismo que tenemos. Es la manera como se mimetiza y se desarrolla.
Esas expresiones estereotipadas, seguro, también, son maneras de solventar los sentimientos de inferioridad que se tienen o maneras equivocadas de gestionar la amenaza que se experimenta ante la diferencia. Sí, el que se siente inferior necesita esconderse tras de algún microracismo o blandir alguna discriminación para soportarse.
Es el momento para enfrentar estas actitudes sanando nuestra relación con nosotros mismos. Ojalá la espiritualidad no sea una manera de reforzar esos prejuicios, sino una forma de combatirlos. Si hay algo que nos muestra que somos diferentes pero iguales en dignidad es el poder trascendernos y comprendernos, no desde los accidentes de la vida (etnia, recursos económicos, formación, etc.), sino desde la esencia. El miedo a ser menos que los otros nos lleva a buscar menoscabarlos. Cuando escucho o leo a alguno dando clases soberbias de superioridad moral en cualquier campo, siempre sospecho que se siente inferior a los demás y necesita reafirmarse con esas peroratas.
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