Las locuras del fanatismo
Las “ideas absolutas” de la vida podrían ser más una manifestación de la pérdida del sentido que de sensatez.
Me asusta el fanatismo en cualquiera de sus manifestaciones. Me preocupan los que absolutizan alguna idea de la realidad hasta el punto de estar seguros de que nada es más importante que eso. Me dan temor esas personas que no dudan, que están totalmente seguras de sus verdades y son capaces de imponérselas al otro o hasta de eliminarlo si no accede a pensar, creer y vivir desde lo que ellas consideran la verdad. Necesitamos más preguntas que respuestas, más acciones comunicativas que acciones estratégicas, más puentes que muros, más solidaridad que indiferencia. Vivo enamorado de la propuesta existencial de Jesús de Nazaret, porque no me invita al fanatismo, sino al encuentro del otro y la vida en abundancia. (Juan 10,10).
Estanislao Zuleta, comentando el Quijote, asegura que “no existe una realidad en sí y por sí, no hay más que versiones…No hay una realidad en que apoyarse con relación a la cual se defina una locura, como la del Quijote. No hay más que versiones, textos distintos que se relacionen entre sí y que deben ser descifrados; no hay nada seguro que podamos simplemente encontrar, porque nunca nos encontramos con otra cosa que con versiones”. Entonces, lo que necesitamos es aprender a comunicarnos, aprender a compartir esas versiones, sin pretender que alguna de ellas sea la mejor, sino entender que el sentido de la vida está en vivir conociendo, aprendiendo, asumiendo, criticando, renunciando, soltando y volviendo a encontrar las versiones de la vida.
Las “ideas absolutas” de la vida podrían ser más una manifestación de la pérdida del sentido que de sensatez. Absolutizar una idea y pretender que la vida se ciña a ella nos termina desfigurando en nuestras acciones cotidianas. Zuleta insiste: “Loco, decía Lacan muy brillantemente, es un tipo que se toma a sí mismo por Napoleón aunque sea Napoleón; es decir, alguien que se asume de acuerdo con una idea”. Nuestro miedo a aprender, la inseguridad de la aventura de la diferencia, el temblor que nos produce enfrentar lo que nos descoloca y nos muestra que estamos equivocados nos lleva a renunciar al pensamiento crítico por aceptar dogmas que no entendemos, que no nos dicen nada en la vida, pero que se vuelven textos rectores de nuestras decisiones. El miedo nos lleva a la locura; y la locura a la violencia.
Por eso necesitamos aprender a vivir en medio de las dudas, de las preguntas, de los debates, de ser capaces de renovar nuestros pensamientos, entendiendo que hay nuevos textos para comprender la vida misma. El diálogo entre fanáticos es solo un campo de batalla en el que encontramos pretextos para matar –de cualquiera forma– al otro. El fanatismo no nos permite crecer, sino que nos ancla en respuestas para preguntas que ya no existen. Nada que esté impulsado por el espíritu del fanatismo puede producir algo bueno, ni en la política, ni en la religión, ni en la sexualidad, ni en ninguna de las dimensiones de la existencia humana, porque ser humano es remar fuerte desde nuestro ser sentí-pensante en el mar de las dudas que nos hacen atracar momentáneamente en puertos circunstanciales que pronto serán estrechos y nos harán volver a navegar. Necesitamos más hombres y mujeres que entiendan que la vida y la dignidad de los otros son más importantes que todas las verdades que han acumulado en sus mentes.
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