Otra vez cara a cara en una final. Los Golden State Warriors y los Cleveland Cavaliers disputarán por cuarta temporada consecutiva el título de la NBA. Nunca antes en la historia de las cuatro grandes ligas del deporte norteamericano (NFL, MLB, NHL y NBA) se había repetido una misma final durante más de tres años. ¡Una auténtica locura!

Los Warriors parecen indestructibles. Vienen de superar a los Houston Rockets, el equipo más regular de la temporada, y ahora parten como favoritos ante los ‘Cavs’, en una serie que no se visualiza tan pareja como en otros años.

La franquicia californiana es mucho —¡muchísimo!— más fuerte en conjunto y no le tiembla el pulso en los momentos cumbres, como acaba de ocurrir en la final de la Conferencia Oeste, donde, estando acorralada, dinamitó a James Harden y compañía en el maderamen de Houston. Además tiene unas bestias anotadoras como Stephen Curry, Kevin Durant y Klay Thompson, capaces, igualmente, de defender, junto a Draymond Green, ‘los cuatro fantásticos’.

Los Cavaliers, por su parte, son lucha pura y el talento interminable de LeBron James, quien esta vez ha mostrado una versión solitaria, pero muchísimo más exquisita, de uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Al ‘Rey’ le ha tocado remar solo contra la corriente para sacar adelante a su equipo, que no ha estado tan fino esta temporada, pero que, encaramado en los hombros de su estrella, ya se dio el lujo de pulverizar en los playoffs a dos equipazos armados para ganar: los Raptors y los Celtics.

Si los ‘Cavs’ quieren ‘tutear’ a los Golden State en esta final de NBA están obligados a darle la mano a LeBron. Solo, será casi que imposible, porque tendrá muchos frentes abiertos para cubrir.

Todo apunta a que los Warriors liquidarán la serie, incluso, en cinco juegos, como ya lo hicieron la temporada anterior (ganaron 4-1), pero LeBron, el rey de este deporte, ya ha obrado milagros.