Basada en la novela de Ariana Harwicz, Mátame amor condensa temas como el amor, la libertad, la familia y los demonios que emergen en momentos trascendentales de la vida, como la llegada del primer hijo. Quien haya sido madre reconoce el miedo visceral que provoca la sola idea de perder a esa criatura completamente indefensa y dependiente.

Protagonizada por Jennifer Lawrence y Robert Pattinson en los roles de Grace y Jackson, la historia comienza cuando la pareja abandona Nueva York para instalarse en una zona rural, en una vieja casa heredada por él, donde años atrás se suicidó un tío —un episodio apenas mencionado, aunque revelador del trasfondo familiar—. Cerca viven los padres de Jackson, Pam (Sissy Spacek) y Henry (Nick Nolte).

Desde el inicio se percibe una pasión intensa entre Grace y Jackson, una fuerza que parece capaz de superar cualquier obstáculo. Pero todo cambia con el embarazo. El deseo se desvanece y la llegada del bebé desencadena una depresión posparto que alcanza límites insospechados. Bajo la mirada cruda de la directora Lynne Ramsay —maestra en decir lo que muchos prefieren callar—, la protagonista empieza a rechazar las tareas domésticas y fantasea con un motociclista (LaKeith Stanfield) que pasa frente a la casa y la observa detenidamente. Grace adopta una actitud provocadora y celosa hacia Jackson, quien intenta ayudarla sin éxito.

“Todos nos volvemos un poco locos el primer año después de tener un bebé”, le dice con ternura Pam. Pero ni los consejos ni los intentos de distracción, como el regalo de un perro, logran aliviar su malestar. Por el contrario, la angustia se intensifica, dando lugar a episodios cada vez más desbordados que deterioran la convivencia.

Lo que empieza como un prometedor retrato de la depresión posparto deriva, más adelante, en un espectáculo cercano a lo grotesco, que por momentos resulta poco convincente. En este punto, la película parece distanciarse de la novela: mientras Harwicz aborda con crudeza el conflicto interno de la maternidad —esa tensión entre el amor y el rechazo hacia el recién nacido—, Ramsay lleva la historia a extremos que sugieren otros diagnósticos, como la bipolaridad o la esquizofrenia. Aun así, la conexión de Grace con su hijo y su instinto protector conservan cierta verosimilitud emocional.

Mátame amor se estrenó en el pasado Festival de Cannes y, pese a sus excesos, ofrece un punto de partida valioso para reflexionar sobre la depresión, en especial la que acompaña el periodo posterior al parto, un territorio todavía lleno de silencios y prejuicios.

@GiselaSavdie