“Porque es olvido lo que producirán en las almas de quienes las aprendan, al descuidar la memoria, ya que, fiándose de lo escrito, llegarán al recuerdo desde fuera, a través de caracteres ajenos, no desde dentro, desde ellos mismos y por sí mismos. No es, pues, un fármaco de la memoria lo que has hallado, sino un simple recordatorio. Apariencia de sabiduría es lo que proporcionas a tus alumnos, que no verdad. Porque, habiendo oído muchas cosas sin aprenderlas, parecerá que tienen muchos conocimientos, siendo, al contrario, en la mayoría de los casos, totalmente ignorantes y, además, difíciles de tratar, porque han acabado por convertirse en sabios aparentes en lugar de sabios de verdad” (Sócrates, en Platón, Fedro).
Así sospechaba Sócrates del gran invento de ese momento: la escritura. Según él, ocasionaría el olvido y un conocimiento superficial, porque se repetiría lo que otros habían escrito. Es la actitud humana frente a lo nuevo: pone en riesgo la seguridad que da el contexto de lo conocido. El cerebro prefiere la realidad que le permite usar los protocolos ya elaborados para aproximarse, analizar, entender, gestionar y hasta transformar la vida.
Por eso los humanos preferimos hacer discursos apocalípticos que anuncien lo peor de las novedades. Nos pasa en lo individual, pero también como sociedad. De ahí que, en estos días, la tecnología —que nos supone tantos cambios epistemológicos, éticos y estéticos— sea mirada con desconfianza. Al estilo de Sócrates, se señalan todas las desgracias que nos traerá la IA a nuestras vidas.
Por ejemplo, el Papa León XIV nos dice: “La inteligencia artificial puede generar contenidos atractivos pero engañosos, manipulativos y dañinos, replicar prejuicios y estereotipos presentes en los datos de entrenamiento, y amplificar la desinformación mediante la simulación de voces y rostros humanos”. Seguramente es cierto, y hay que saberlo, pero no por ello debemos distanciarnos ni detener nuestros procesos de innovación. Se trata de ser capaces de actuar en libertad al crear, con la necesaria responsabilidad ética.
Hay que tener claro que la vida no siempre se comporta como lo prevenimos. Asumir nuestra condición implica lanzarnos hacia adelante, aceptar los riesgos y dejar que las nuevas inseguridades pongan a prueba la creatividad infinita que somos. La única manera de enfrentar nuestra inexorable obsolescencia es la capacidad creativa que nos ayuda a reconocer y trascender nuestras propias limitaciones. A veces esos actos creativos los provoca el dolor, la inconformidad y la incapacidad de responder de manera efectiva a los desafíos.
@Plinero








