Un año atrás Yimmi Chará no era la otra mitad del famoso chateo, el ingenioso y admirado tándem que formaron Chará y Teófilo Gutiérrez, en el que combinaron la velocidad mental de uno (Teo) y la velocidad de las piernas del otro (Chará). La calidad técnica de ambos.
Y no lo era porque Teófilo ya no estaba en el plantel juniorista, sino porque ya no jugueteaba con el balón, ya no vencía a sus marcadores con sus amagues y repentinas carreras. Parecía ser el ocaso futbolístico del pequeño jugador vallecaucano.
Pero decidió que aún no era el tiempo del declive, se reveló, recuperó su mejor forma física, rescató sus virtudes y se transformó en un gran ejemplo para el resto de sus compañeros.
En el torneo anterior, Chará hasta jugó en la primera línea de volantes y desde allí recuperó más balones que cualquier otro especialista de esa función, casi todos sin faltas, y luego se los entregaba a sus compañeros con seguridad y ventaja. Se convirtió en un recuperador que ataca.
Chará es hoy por hoy un talento disciplinado. Un jugador que cree en la improvisación y también en el orden. Un solista integrado a la estética colectiva. Que no solo crea y divierte, sino que corre y se sacrifica.
En el inicio de esta liga, frente al Cali, fue el conductor, el guía del Junior. No solo porque en el prólogo de las dos jugadas de gol fue el protagonista, sino porque fue un clásico organizador de juego, un exquisito silvestre que manejó los tiempos del partido. No importa qué posición inicial le asignen, el Chará de hoy tiene la comprensión táctica, la calidad técnica, la armonía física y la experiencia y el liderazgo para tomar el mando y orientar el fútbol del Junior.
En tiempos donde la validez del ‘10’ clásico es motivo de largas discusiones, la versión 2025 de Chará parece acercarse. Sin el pase mágico de aquellos, tal vez, pero sí con la sorpresa y la habilidad que desequilibra. Y, sobre todo, porque parece que sus compañeros creen que él es el mejor preparado para conducirlos dentro de la cancha.