Tener una apariencia agradable a la vista de los demás ha sido siempre un anhelo de la humanidad. En la historia de la sociedad occidental son múltiples los estereotipos de belleza que han estado de moda. Aun cuando podemos exceptuar a quienes optan por cultivar exclusivamente su faceta espiritual, en términos generales, este afán de cambiar la apariencia física se encuentra hoy muy arraigado y se ha desbordado en la sociedad actual sumamente consumista, que solo valora el aspecto físico y la riqueza. Las redes sociales, como Instagram, se han convertido en motivantes de la adicción por la apariencia, en el marco de una vanidad fatua y, en algunos casos, hasta ridícula.
Es tan grave la situación que es frecuente escuchar a gente de todas las edades decir que “no hay mujeres feas sino pobres”. Este despropósito menosprecia la dignidad humana y supedita la belleza y autoestima al poder adquisitivo. Igualmente esclaviza a la persona en un ilógico rechazo de su apariencia natural y la búsqueda absurda de modelos de referentes de moda, en una dependencia hacia lo no natural, pese a que como lo expresa el poeta “no hay flores feas, solo ojos que no saben mirarlas”.
El anhelo de gustar lleva a la gente a exponer su salud y su vida en manos de inexpertos, en sitios no adecuados ni avalados por las autoridades.
Si bien me declaro amante de lo natural, no estoy en contra de los procesos clínico-quirúrgicos y no invasivos que la ciencia dispone para corregir deformidades y limitaciones funcionales. Recomponer, reconstruir, mejorar y embellecer, son solo algunos de los logros de esta área de la medicina que cada día está más actualizada y tecnificada.
La Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (Isaps) escalafonó a Colombia en 2015 como el sexto país del mundo donde más se realizan procedimientos quirúrgicos estéticos (178.000 ese año), esto sin incluir los subregistros de los tratamientos hechos por personas no competentes ni autorizadas. El asunto es tan delicado que, según estadísticas del Instituto Nacional de Medicina Legal, entre 2015 y 2016 las muertes derivadas de cirugías estéticas aumentaron un 130% en el país.
Empeora aún más la situación el hecho de que las personas que murieron por prácticas quirúrgicas inadecuadas no superaban los 30 años, es decir, que vieron truncados sus proyectos de vida en búsqueda de clichés de hermosura. Otro dato relevante es que cada vez más hombres se someten a cirugías de este tipo, lo que indica que día tras día estos procedimientos cuentan con mayor número de adeptos de todas las edades.
Pero la problemática no se remite solamente a los decesos por malas praxis y a los pacientes que quedan padeciendo lesiones crónicas, sino que a la larga, después de acumular muchas cirugías, se terminan distorsionando los rasgos faciales y corporales del ser humano, y convirtiéndose en esclavos perpetuos, con grave adicción a estos procedimientos. Ante esta triste realidad debemos promover el aprecio a la estética natural de la vida.