El jefe indiscutible de la salud del Estado es el Presidente, de él dependemos unas 50 millones de personas. Si la salud pública se encuentra en cuidados intensivos, la del Estado podría estar peor que un paciente moribundo. Se refiere a que los componentes del Estado, es decir aquellos que al final son los que deciden sobre las muertes por desnutrición, solo contempla un volumen de niños que persisten desamparados en departamentos en donde el Estado no ha hecho presencia desde hace muchos años. Según el DANE, entre el año 2012 y el 2016 han muerto 1.562 niños por desnutrición en todo el territorio nacional, en diciembre del 2017 el defensor del pueblo, Carlos Alfonso Negret, informó que ese año murieron 321 niños por desnutrición, pero la cifra sigue en aumento de acuerdo con el boletín del Instituto Nacional de Salud.
Desde el poder ejecutivo, el legislativo, el aparato judicial y el sistema político en general, han llevado a la sociedad civil a comportamientos totalmente patológicos e irregulares con la aceptación de situaciones de indolencia e inequidad. Muertes por desnutrición, permanencia de patologías como la sífilis del recién nacido, diagnósticos tardíos de infección por el virus del zika. Helmintiasis, hepatitis, malaria, tuberculosis, mal manejo de enfermedades por cáncer, VIH, mal uso de antibióticos, neumonías, enfermedad diarreica, pobre control de embarazos, y lo peor, la permanencia del famoso paseo de la muerte por la ineficiencia en la respuesta a tratamientos. El gobierno en sus diferentes representaciones muchas veces es insuficiente, y cuando llega tiene actuaciones débiles y mediocres, muchas veces premiando la ineficiencia de las mal llamadas Empresas Promotoras de Salud, EPS, asignando contratos sin méritos o el debido cumplimiento. La conclusión, el Estado está enfermo, su enfermedad es contagiosa, hasta involucrar gran parte de la sociedad civil, volviéndola también indolente a situaciones inaceptables de la población con menores recursos.
Necesitamos reaccionar ante circunstancias tan críticas, encontradas principalmente en poblaciones abandonadas o con mayor susceptibilidad a enfermarse, niños, ancianos, personas con discapacidad, en donde el abandono del Estado empeora su condición de salud. La salud del Estado no es responsabilidad médica a pesar de los grandes esfuerzos y sacrificios, y solamente se puede lograr cuando los gobernantes estén sanos y actúen de buenas maneras, cuando se acaben las grandes diferencias e intolerancias, cuando dejen de existir errores graves de sus dirigentes, desaparezcan los congresistas corruptos, los carteles de la toga, los robos de los alimentos para niños, el gran desfalco de Odebrecht, Reficar en Cartagena, la represa de Ituango, el edificio Space, el carrusel de la contratación, etc.
¿Será el presidente Duque capaz, a través de su liderazgo, de curar o al menos mejorar la salud del Estado?