Trabajar es una de las actividades inherentes al ser humano, por ende la calidad de vida de la población está supeditada, entre otros factores, al empleo, dado que este es el punto conector entre crecimiento económico y bienestar social.
En América Latina y particularmente en Colombia, en sus indicadores laborales se evidencia que subsisten desajustes en el mercado de trabajo juvenil, pues la mayoría de este segmento de la población en edad de trabajar no encuentra colocación permanente que les permita obtener ingresos para solventar sus necesidades básicas.

Esto, en parte, debido a la baja cualificación que presentan los jóvenes, porque a la mayoría de ellos les toca acceder desde muy temprana edad al mercado de trabajo, sacrificando ciclos educacionales que son fundamentales para garantizar una adecuada inserción laboral.

En la medida en que la transición entre educación y mercado laboral sea más temprana menores serán los efectos positivos en los niveles de vida de los individuos y en la productividad y desarrollo de la economía; de igual forma si este incremento en la participación laboral proviene, en mayor medida, de los jóvenes de bajos ingresos se amplificará la transcripción intergeneracional de la pobreza y con ella la desigualdad social.

El empleo es imprescindible en la inserción social de los jóvenes, sin embargo, no tiene los mismos efectos si el que ingresa a trabajar es un joven con escasa educación, que uno con escolaridad completa. El momento en que ocurra esta transición determinará la calidad de los empleos que tendrá el resto de su vida, lo que también está fuertemente determinado por el origen socioeconómico de su familia.

Por otra parte, mientras la oferta laboral de los jóvenes sea precaria y no responda a los cambios ocurridos en el mercado laboral, generarán una prolongación en el tiempo del proceso de inserción laboral, de manera que independientemente de cuán dispuestos o preparados se encuentren los jóvenes para el mercado laboral o cuántas políticas se establezcan para mejorar los índices de inserción, sin un cambio significativo en la estructura económica de los países latinoamericanos y en la vida familiar, el joven será foco ineludible de desempleo, ya que su integración al mundo laboral es siempre un proceso de exploración, especialmente en una sociedad como la actual.

*Profesor del IEEC, Uninorte. Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad exclusiva de los autores y no comprometen la posición de la Universidad ni de EL HERALDO.