Prueba de que la ética no existe en esta patria es que un ministro de Justicia en ejercicio postule su nombre para ser fiscal general, a contravía de todos los latentes conflictos de interés. Un ministro que niega que su candidatura a tal puesto lo pone en un estado de superioridad en comparación con los otros pretendientes es un ministro que sabe que en este país no concurre la meritocracia, la igualdad de oportunidades y, por tanto, la justicia social. Triste demostración moral de nuestras supuestas élites políticas que revelan que la personificación del poder es más cardinal que la institucionalidad.

Prueba de que la democracia no funciona en este país es que mientras la popularidad de Santos está en un 20% (promedio de las últimas encuestas), el Gobierno sigue controlando el 80% del Congreso. Es decir, por un lado va la voluntad popular y, por otro, la voluntad política, cuyo punto de encuentro parece ser en el más allá. Todo recae en el statu quo político, que no es más que la permanencia sutil del Frente Nacional rebautizado como Unidad Nacional.

Prueba de que las elecciones en este país son un sancocho de compra de mentes es que el Partido de La U sea tan poderoso. Un partido que tiene como único objetivo ser una personería jurídica de avales y estar entregado a la burocracia del gobierno de turno. Un partido tan mal ideológicamente que no sería capaz de aguantar un solo mes en la oposición. Un partido cuyos miembros son profesionales electorales, lo cual lo convierte paradójicamente en un partido que no depende de la opinión del pueblo, pero sí del poder económico que aglutina el día de las elecciones (peor es el partido Opción Ciudadana).

Prueba de que esta nación no tiene corrientes políticas claras es que el histórico partido de izquierda, el Partido Liberal, promueve hoy en día, a través de su senadora Viviane Morales, un referendo para prohibir la adopción de menores de edad por parte de parejas homosexuales. Un sinsentido ideario. Otro partido más donde los votos de sus representantes son más importantes que sus supuestas posturas filosóficas.

Ante esta ausencia de coherencia intelectual, aparecen naturalmente los cacicazgos como relevo social. Cómo será esta patria de caudillista que 51 y 27 años después de las muertes de Laureano Gómez y Luis Carlos Galán, respectivamente, estos siguen ganando elecciones y abarcando cuota burocrática para sus herederos. Cómo será este fenómeno de significativo que dos de los partidos políticos más importantes del país, Cambio Radical y Centro Democrático, se lo deben todo a sus respectivas cabecillas.

En suma, unos partidos sin poderes, una ideología de conveniencia, una muchedumbre de votos por intereses, una abundancia de avales, un consecuente caudillismo y una sociedad indiferente que ve desfilar a los políticos de turno como ven las vacas pasar los carros.

@QuinteroOlmos