Entre los inclementes cortes de energía de Electricaribe, los problemas de movilidad, el adefesio del puente de Marbella, los bochornosos incidentes de lambonería con los ingleses, los caballos muertos por todos lados, y la misma miseria de siempre, ahora, el último debate serio en Cartagena se refiere a la posibilidad de prohibir bailes eróticos en los niños y niñas. Es tan serio este debate que tiene perfecta hilaridad con la absurda preocupación manifestada por el Alcalde en la que relaciona homicidios con bailes de picó.
Un grupo de concejales preocupadísimos por la infancia consideran que alguien debe ponerle coto a esa manera de bailar en ciertas fiestas infantiles, en parte motivados por un video que circuló recientemente en el que los niños y niñas se ven bailando como adultos, y no como cualquier adulto, sino como esa misma “clase de adultos” que asiste a los bailes de picós que señala el Alcalde.
Así las cosas, esos bailes populares no solo causan muertes violentas, sino que inciden en los embarazos tempranos. No hay que ser un científico social para hilvanar todo: en la música champeta, en los ruidosos parlantes que la reproducen, y en esa gente que se atreve a bailarla en las terrazas mientras se embriaga y consume quién sabe qué otros vicios, y que luego permite que sus hijos bailen de la misma manera sexualizada, allí, justo allí está radicada la causa de todos los males.
Y así como se solucionan los problemas en la ciudad, de manera rápida, insostenible y sin profundidad, la idea es la prohibición. O la regulación, que no es otra cosa que una forma de prohibir con palabrería más progresista. Entonces discuten proyectos para poner vetos y censurar, en lugar de preocuparse por las razones de fondo. Estas no importan, claro, porque implicaría plantear cambios más estructurales que incomodarían a los que están acomodados con las cosas como están. En parte, la misma clase política tradicional que se ha repartido el pastel de la ciudad y que son los primeros camanduleros en hacer juicios morales, cuando carecen de ellos en sus contiendan electorales.
En lugar de estar dándose golpes de pecho moralistas, los funcionarios deberían estar preguntándose seriamente por la política de seguridad de la ciudad, esa que se supone que va a ayudar a prevenir homicidios. No con ideas ridículas y represivas de militarizar los barrios y prohibir bailes de picós, sino con fórmulas que entiendan que deben aumentar la inversión social, de manera efectiva y sin robarse un peso.
También deberían estar preguntándose por los programas de promoción de derechos sexuales y salud sexual y reproductiva. Cuánto se está invirtiendo con seriedad en el tema. No solo en papelería barata promocionando una campaña que de fondo no tiene nada, sino preguntándose cómo llegan estos programas a los niños.
Yo también quisiera que los niños no bailen de esa manera, pero qué se supone qué hagamos. ¿Que un grupo de políticos marrulleros sean los censores? Apague y vámonos. La censura, señores, siempre implica un ejercicio del poder que puede atentar contra las libertades individuales. Saquen a este ciudad de la miseria y no se la roben más, pero no pierdan su tiempo en darle clases de moral a un pueblo que sabe de qué están hechos ustedes. Ese pueblo que baila así, como poseído por el diablo, es el mismo al que ustedes les compran los votos.
@ayolaclaudia
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