Cuando Colombia decidió ser multiétnica y pluricultural en la Constituyente de 1991, ya Barranquilla era multiétnica y pluricultural. En esas dos palabras radica el secreto de la ciudad que mañana cumple 200 años de haber sido erigida en Villa. No hay que darle más vueltas al asunto. Así ha sido desde el comienzo y así seguirá siendo. Barranquilla nació como punto de encuentro a donde fueron llegando gente de todos los colores, religiones y géneros. Unos por el río, otros por el mar, otros bajaron de las montañas y se afincaron aquí.
De manera que cuando la Constitución de 1991 consagró en su artículo 7 el principio de Colombia como una nación multiétnica y pluricultural, que es, además, uno de los grandes valores de la Carta Magna, no hizo cosa distinta que la de adoptar los principios que se aplicaban en Barranquilla desde hacía muchísimos años.
Barranquilla es grande porque respeta la diversidad étnica, cultural y de género. Gracias a ello es que podemos disfrutar de expresiones que para otras latitudes resultan estrambóticas, como el mismísimo Carnaval, que es el gran orgullo de la ciudad y de sus habitantes. Barranquilla no necesitaba que la Constitución lo estableciera para ser multiétnica y pluricultural. En ese sentido, como en otros varios, fue la Nación la que adoptó las normas de la ciudad y no la ciudad la que esperó la redacción de la norma para cumplirla.
Barranquilla es incluyente por naturaleza. Si todos fueron llegando, cada uno con sus credos, sus mitos, sus leyendas, sus temores, sus sueños, sus ilusiones y sus frustraciones, cómo podían pretender imponer esos credos, esos mitos, esas leyendas, esos temores, esos sueños, esas ilusiones y esas frustraciones, a los demás compañeros de viajes y aventuras. Aquí encontraron todos ellos –y ellas- ese pedazo de tierra que los acogió con los brazos abiertos y sin ningún tipo de condición. Hoy vemos a sus descendientes caminar orgullosos por La Arenosa.
De esa forma lo que en otros territorios era motivo de conflicto, como la religión o la ideología política, por ejemplo, en Barranquilla era -y es- razón para dialogar.
Es precisamente esa variedad y esa policromía las que hacen que Barranquilla sea distinta a todas las ciudades del mundo. Ese es su secreto y esa es su gran fortaleza. Barranquilla nunca ha sido monocromática y uniforme. Ha sido, es y será diversa y colorida. Y ello es así porque aquí fuimos llegando todos. Unos vinieron hace muchos años de países lejanos, otros apenas están desempacando sus bártulos, provenientes de naciones vecinas. Unos bajaron de la montaña, otros subieron del valle. Las lenguas que unos hablaban terminaron por mezclarse con las de los otros y de ahí surgió una jerigonza que hoy todos entendemos plenamente.
De manera que nadie puede ver como un defecto lo que es, sin duda, la gran fortaleza de la ciudad. Todo lo contrario: es en su condición de multiétnica y pluricultural donde radica el encanto de estas ciudad que nos enamora todos los días y que mañana cumple 200 años. ¡Salud Barranquilla linda...!
Por Óscar Montes
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