Se volvieron familiares para millones de colombianos. Quizás contra su voluntad, porque si algo quieren estos tres hombres - Guido, Doménico y Sandro - es pasar inadvertidos: Pero en tiempos de tanta visibilidad en los medios, eso es un imposible para ellos, los otros ángeles de la guarda del Papa Francisco. 

Desde que se supo de la visita papal, ya estaba claro que ese trío que forma su círculo más estrecho jugaría un papel decisivo para que las cosas salieran bien, tal y como están saliendo. Pero otra cosa es cuando se aprecian en vivo y en directo esas tareas que desempeñan y que van desde lo fundamental en términos religiosos hasta los más mínimos detalles sobre seguridad o contacto con la gente. 

Guido, el maestro y el consejero 

Son todos para uno y uno para todos. Mosqueteros silentes pero determinantes. Guido Marini siempre está ahí, como Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, aquello de lo que nadie en el propio Vaticano parece saber más. Él da la última palabra sobre el orden de las cosas en estas ceremonias en las que no hay pieza suelta. 

En el primer día del recorrido del Obispo de Roma por el territorio nacional eso quedó en evidencia, ante las centenares de personas que se habían concentrado en la Catedral Primada de la capital de la República, y también para millones de televidentes que seguían la ceremonia de veneración a la Virgen de Chiquinquirá por parte del papa Francisco. 

Puesto a sus espaldas, Marini estuvo atento a cada movimiento de su superior y, en esa misma proporción, de un libro de tapa blanca que él padre llevaba en sus manos. Con el mayor de los respetos, siguió aquel instante de devoción del Papa. Pero, en cuanto pudo y sin que su jefe se lo requiriera, le pasó el texto para que leyera apartes que corresponden a rituales establecidos, que no admiten olvidos o postergaciones. Eso, que perfectamente puede pasarle a un hombre sometido a una agenda tan intensa como es un Papa en gira, es lo que Marini impide que suceda. 

Sobre eso hay una anécdota inolvidable de hace algunos meses, cuando la acostumbrada misa dominical de la Plaza de San Pedro sucedió a los trágicos hechos del atentado terrorista en Estocolmo, Suecia. Francisco hizo mención al hecho y en ese mismo momento alguien (ninguno otro que Marini) le susurró algo al oído. El Papa pareció no atender, pero enseguida supo que el asunto era relevante cuando Marini puso casi en sus manos un papel en el que le recordaba la violencia reciente contra la comunidad copta en Egipto. 

Por eso, Marini está ahí, siempre, al lado del Papa. Consciente de, tal cual lo repite una y otra vez, “amar mucho la liturgia, porque la liturgia es el modo privilegiado en el cual el Señor se hace presente para nosotros en el misterio de la salvación, a través del cual, de modo privilegiado, el Señor nos habla”. 

Colprensa

Doménico, más sombra que guardaespaldas 

La segunda sombra del Papa es ese hombre alto y acuerpado, escaso de pelo y siempre con los ojos puestos en ese hombre del que le encomendaron su seguridad y de todo aquello que signifique una posible amenaza sobre él. Es Doménico Giani. 

'El calvo', como ya se le conoce en nuestro país, está a cargo de esa función, una de las más difíciles del mundo, por no decir la más difícil de todas. ¿Porque, para comenzar, cuántos mandatarios corren el riesgo al que se atreve Francisco por andar en esos papamóviles en los que lo importante no parece ser salvaguardar su integridad sino tener un mayor contacto con la feligresía? 

Además de que el Papa Francisco no es muy afecto a seguir agendas oficiales y sí muy partidario de estrecharse con gentes de todas las condiciones, en especial con los más humildes. 

Doménico lo sabe. Sus dos jefes anteriores - Juan Pablo II y Benedicto XVI - tenían dos personalidades diferentes y grandes amenazas contra su vida, como lo vivió en carne propia el primero de ellos. Quizás de ahí, de esa experiencia, surge la forma particular como Giani asume su papel. Es drástico y está dispuesto a lo que sea necesario para hacer la tarea que le han encomendado, pero tiene el don de saber cómo administrar cada momento y qué trato dar a los miles de hombres, mujeres y niñas que, al menor descuido del cuerpo de escoltas, quieren tener contacto personal con el Papa . 

A eso hay que sumar una capacidad de reacción a que lo obligan las situaciones cambiantes. Este sábado, cuando se supo que era imposible viajar de Rionegro al Olaya Herrera en helicóptero debido a las dificultades climáticas, Giani tuvo que tomar parte de la decisión. Y, con toda seguridad, sabía que la única alternativa era la Vía Las Palmas. Porque si algo comprueban quienes trabajan a su lado es que el jefe de seguridad del Papa conoce los detalles más insospechados de las ciudades a visitar. 

Como saben, también, que es partidario, siempre, de abrirse paso hacia adelante, jamás hacia atrás. Como dice un experto en el tema, “no es lo más común, sus razones tendrá”. 

Colprensa

El todoterreno 

¿Quién es ese hombre fornido, casi gigante, que siempre está presto para socorrer al Papa cuando quienes se le acercan quieren hacerle entrega de algún regalo? ¿Quién es ese hombre que se preocupa, más que nadie, porque niño que se acerque a su santidad no vea frustrada su ilusión y su esfuerzo, como aquellos que en el Patio de Armas de Palacio, el jueves anterior, aparecieron sin sus padres a tratar de ganarse un abrazo de Francisco? ¿Y quién es ese mismo hombre que siempre lleva en la mano un maletín negro que no suelta para nada? ¿Quién es ese hombre que no falta para que su jefe entregue a tiempo los recordatorios dispuestos en cajas rojas a todos quienes, por lo general, sostienen un breve diálogo con él? 

Es Sandro Mariotti, auxiliar general, otro miembro de la delegación oficial del Vaticano al que los colombianos encuentran a cada paso del Papa por las ciudades que visita en Colombia. ¿Su labor?, todas las que corresponden a una mano derecha, como lo es Mariotti. 

La principal de ellas, quizás, la confidencialidad. Al fin y al cabo, llegó a ocupar su cargo luego del Vatileaks. Fue llamado a suceder a Paolo Gabriele, ese funcionario que, aprovechándose del acceso que tenía a documentos privados de la Iglesia, tomó copia de ellos, lo que terminó llevándolo a la cárcel por lo más parecido a traición al Estado Vaticano. 

Mariotti maneja asuntos que incluyen el vestuario y los horarios. Vive en Castel Gandolfo, ese pueblo italiano donde está la casa de verano destinada a los máximos Pontífices, en donde lo aguardan su esposa y sus dos hijos, cada vez que, como ahora, sale a acompañar a Francisco en una de sus visitas pastorales. 

Ese hombre de confianza ya pasó a la historia. Es el primer hijo de un ciudadano común y corriente al que un Papa dedica un obituario oficial en el L'Osservatore Romano, el diario oficial del Vaticano, mensaje hasta ahora siempre destinado a altos jerarcas. El padre de Mariotti falleció en un accidente de tránsito en julio pasado. 

Este lunes, cuando el Papa Francisco regrese a Roma, tres hombres volverán con él, no menos castigados por la fatiga, pero con la inmensa satisfacción del deber cumplido. De lo que no será excepción el ya reconocido colombiano Mauricio Rueda Beltz, ese hombre encargado de los viajes apostólicos que merece capítulo aparte. 

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