El Heraldo
Colombia

La Independencia del Caribe colombiano: 10 de octubre de 1821, por Adelaida Sourdis

Bolívar encargó la liberación de las provincias de la costa al coronel Mariano Montilla, en tierra, y al almirante Brión –a cuya orden estaba el capitán de navío José Padilla– en el mar. 

El 8 de agosto de 1819, en Venta Quemada, como Presidente de la República, Simón Bolívar” decretó, en memoria de la “gloriosa jornada”, que varios batallones del ejército libertador llevaran por trofeo en sus banderas y estandartes la inscripción: BOYACÁ.

¿Qué República era esa de la cual Simón Bolívar era presidente, y a qué se refería? Se trataba de la República de Venezuela, y Bolívar actuaba autorizado por un Congreso con sede en Angostura, en la Guayana, del que dimanaba su autoridad y a quien obedecía el Ejército Libertador.  La Batalla de Boyacá condujo a la liberación de Santafé, capital del Virreinato de su mismo nombre, o de la Nueva Granada.  

Bolívar entró en esa ciudad el 10 de agosto y permaneció allí cerca de dos meses, en los que se ocupó de organizar la administración y recaudar el millón de pesos en metálico y otros caudales  que el virrey Sámano había dejado en la Real Caja en su huida el 8 de agosto. Celebró como su “más completa victoria” la batalla que definió la suerte de los habitantes de las provincias de Santafé, Tunja, Socorro y Casanare.   

Pero, ¿qué sucedía en el resto del país, dos terceras partes del territorio que permanecían bajo el yugo del restaurado Fernando VII? En esa fecha, nada menos que Antioquia, Popayán (que comprendía el gran Cauca, con Cali y Pasto), el Caribe (integrado por las provincias de Santa Marta, Riohacha, Cartagena –de la cual dependía San Andrés y Providencia) y la Capitanía General de Panamá, seguían bajo el poder español. 

¿Podemos decir entonces que el 7 de agosto es el día de la Independencia de Colombia? No lo creo, porque Colombia aún no existía; porque la mayor parte del suelo granadino estaba bajo el poder español; porque hasta el 10 de octubre de 1821 el Estado español subsistió y ejerció soberanía en Cartagena, la joya de la Corona, y luego en Panamá bajo el mando de otro virrey, Don Benito Pérez.

¿Cómo fue esto? En primer lugar, Bolívar permaneció hasta septiembre en Bogotá y partió para Angostura, capital de Venezuela, a reactivar sus operaciones militares sobre ese territorio y con el fin de cumplir su sueño y ambición: la creación de Colombia.

Tras la Batalla de Boyacá, la mayor parte del territorio granadino aún se encontraba bajo el poder español.

El 17 de diciembre de 1819, en la ciudad de Santo Tomás de Angostura, “a cuya autoridad han querido voluntariamente los pueblos de la Nueva Granada”, creó la República de Colombia. Eso de “los pueblos de la Nueva Granada” era mucho decir, pero Bolívar pensaba con el deseo. 

En segundo término, el 9 de agosto, apenas conoce la noticia de la derrota de Barreiro en Boyacá, el virrey Sámano sale volado de Santafé acompañado de su guardia personal, la Real Audiencia, otras autoridades y numerosas personas afectas al Rey, y en lo único que pensó fue en poner tierra de por medio con las tropas de Bolívar y refugiarse en Cartagena. Quiso Sámano gobernar desde Cartagena, pero por negarse a jurar la Constitución de Cádiz de 1812, que regía en España y en las provincias fidelistas, fue depuesto por el brigadier Gabriel de Torres, quien había sido nombrado por Montalvo como comandante militar y gobernador de la Plaza. Era un oficial de carrera, buen administrador, profundamente leal al Rey pero de tendencia liberal, considerado y benévolo con la población hasta donde le permitieron las circunstancias. Quedaba como único y legítimo representante del Estado español en Nueva Granada, con sede en la Plaza Fuerte de Cartagena de Indias.   

Bolívar encargó la liberación de las provincias de la costa Caribe al coronel Mariano Montilla, en tierra, y al almirante Brión –a cuya orden estaba el capitán de navío José Padilla– en el mar. Tomadas Santa Marta y Riohacha en 1820 por las tropas republicanas, de acuerdo con la orientación de Padilla, Montilla y la escuadra enrumbaron hacia Sabanilla la capturaron y siguieron a Barranquilla, desde donde después de organizarla como capital de la provincia (pues Cartagena seguía española), Montilla marchó sobre la Plaza Fuerte. Por el camino, en Sabanalarga, derrotó a un destacamento de 400 españoles que huyeron a refugiarse dentro de las murallas. Llegó a Turbaco el primero de julio de 1820, sentó cuartel y estableció el bloqueo de la ciudad por tierra. En el mar, la escuadra comandada por Brión, por falta de suministros y enfrentamientos con Montilla, abandonó el cerco. Padilla se hizo cargo y se internó por el canal del Dique para cubrir ese acceso a la ciudad y cortarle los suministros que le llegaban del interior. El resto de la provincia, salvo Corozal y sus inmediaciones, estaba dominado.

La acción contra la ciudad amurallada la programó Padilla para el 24 de junio, en la noche de San Juan. Hacia la media noche, en absoluto silencio y con sus buques sin luz alguna, el riohachero ordenó levar anclas. Sus fuerzas cayeron sobre las naves españolas, que tenían su atracadero en el muelle del Arsenal, al abrigo de las murallas en la bahía de las Ánimas. Las abordaron y echaron a pique ante la confusión de la guarnición que no pudo reaccionar. Algunas embarcaciones se tomaron, lo mismo que armas municiones y víveres. Murieron cerca de 100 españoles y tres colombianos

Destruida la marina y ocupada la bahía interna, en los días siguientes se rindieron las fortalezas de Bocachica. En un último gesto desesperado, Torres intentó conservar los castillos de San José y San Fernando que guardaban la única entrada marítima de la bahía. Pero la defensa era inútil, encerrados en las fortalezas y escasos de provisiones, el fin era cuestión de días. El 6 y 7 de julio, las fortalezas se rindieron a Padilla, quien informó que desde esos días la bandera colombiana ondeaba en los castillos. Con esta acción las fuerzas navales republicanas quedaron dueñas de toda la costa del Caribe. La entrega de la ciudad fue entonces inminente. El 14 de julio, el gobernador comunicó con sentimiento la noticia de la rendición de las fortalezas en la Plaza. No era para menos: España perdía uno de sus últimos territorios en la actual Colombia.

Bolívar encargó la liberación de la costa Caribe al coronel Montilla, por tierra, y al almirante Brion, por mar.

El 10 de octubre de 1821 las tropas españolas abandonaron el país para nunca más volver. Un periódico de Sincelejo publicó un relato sobre la entrega de Cartagena, acontecimiento que duró todo un día:

“Iniciada la Capitulación entró en la plaza, para arreglarla, el Coronel Luis de Rieux con su ayudante el Alférez Sebastián de Osse… como todas las baterías tenían los pertrechos necesarios para la defensa de los recintos, y todos los arcones estaban llenos de pólvora para la artillería, se dispuso que no debiendo quedar abandonados, mientras se embarcaba la guarnición y entraba el ejército colombiano, entraran veinte y cinco hombres, para que cada uno quedase en uno de los recintos, para que cuidara de los pertrechos de guerra que en ellos había.

Esto tuvo lugar el día 9. El 10 a las ocho de la mañana entraron cuatrocientos hombres del batallón Girardot a la plaza de la Catedral, donde el Mayor de plaza de los españoles, asociado del ayudante Osse, nombró guardias de la Plaza y se repartió la parada. De esa manera se relevaron las tropas españolas que estaban de servicio, todo con el mejor orden.  A las doce del día se entregó el cerro de “San Felipe”, que lo ocuparon doscientos hombres del batallón Antioquia con su correspondiente piquete de artillería; una vez entregado el cerro se bajó el pabellón español, y se enarboló el pabellón tricolor, con el saludo de ordenanza, de una salva y veinte y un tiros.

A las dos de la tarde se entregó la parte de Jimaní, habiéndola ocupado los dos escuadrones de caballería mandados, el uno por el Coronel Francisco Carmona, y el otro por el Comandante Jugo, también con su piquete de artillería; y como en el recinto de “San Antonio” (la puerta de la media Luna) también había hasta-bandera, se observaron las mismas disposiciones que en el cerro de San Felipe, inclusive la salva de veinte y un tiros. A esa misma hora las cuatro divisiones de bongos ocuparon la bahía de las “Ánimas”, bordeando la línea desde el “Pastelillo” hasta la puerta de la Aduana.  En todo este tiempo seguía embarcándose la guarnición española a bordo de los buques que debían conducirla a la Habana.

Entre cuatro y cinco de la tarde, que ya estaba abordo toda la guarnición española, se embarcó en la falúa el Gobernador Torres, con su Estado mayor, y al pasar por delante de las fuerzas colombianas, éstas lo saludaron con la salva de veinte y un tiros, y al llegar a los buques que debían conducirlo a la Habana, que eran colombianos, se le hizo igual saludo, todo esto tuvo lugar sin el más mínimo desorden ni el más pequeño insulto”.

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