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Colombia

“Hay que hablar con naturalidad del virus”: Iván Darío González

El ex ministro de salud dice que se debe entender que, a pesar de las medidas de prevención, todos pueden enfermar.

Iván Darío González, ex ministro de Salud encargado, médico con magister en administración de salud, lideró las primeras acciones de vigilancia y prevención que el país adelantó en febrero para enfrentar la pandemia de COVID-19. Hoy, luego de superar el coronavirus, asegura que hay que hablar con naturalidad del virus para evitar los juicios de valor que incrementan los riesgos de ser discriminado y llevan a los enfermos a guardar silencio sobre su condición. Propone un nuevo código de valores sociales para que la gente tenga empatía y responsabilidad. 

P.

La última vez que hablamos en febrero, la situación era totalmente distinta. ¿Esto era lo que tenía que ocurrir?

R.

Sí, esto era lo que se estaba esperando, una pandemia que iba a expresarse en los países de los diferentes continentes, y que en algún momento iba a llegar al nuestro y a esta región. Eso es lo que está pasando y no nos debe sorprender. 

P.

Casi 4 meses después del anuncio del primer caso del virus, ¿por qué cree que hay personas que siguen teniendo temor de decir que están contagiadas y de pedir ayuda?

R.

El problema principal es que se han generado unos juicios de valor muy duros alrededor de la indisciplina social y hay que diferenciar el riesgo de contagio de la indisciplina. Hemos hablado mucho de las medidas de prevención, pero a pesar de esas medidas, es importante recordar que hay riesgo de contagio, que las medidas reducen el riesgo de enfermar, pero no lo eliminan. A pesar de ser rigurosos, puede haber contagios. Se ha visto mucha indisciplina social y eso ha hecho que se juzgue duro a todos los que se enferman como si fueran indisciplinados, y en ese orden de ideas es probable que estemos generando incentivos inadecuados como sociedad para contar sin temor  que se tiene coronavirus. 

P.

Hay mucha gente que entra en negación al sentirse mal y pone en riesgo su salud porque teme perder su trabajo en un momento tan complejo como éste. ¿Estamos siendo indolentes con ellos?

R.

El tema es el mismo. Si generamos incentivos inadecuados la gente no va a querer contar que está enferma y una persona que no cuenta que está enferma, termina contagiando a otros.  Es necesario crear ese nuevo código de valores sociales que nos permita contar que estamos enfermos y que tengamos empatía y responsabilidad.  Empatía para no discriminar a los enfermos y responsabilidad para cumplir con el rol del empleador en caso de que alguien se enferme. Ambos elementos son importantes para generar buenos incentivos en ese nuevo código de valores sociales.

P.

¿En qué momento el coronavirus se volvió como un estigma que los pacientes y sus familias quieren esconder a toda costa?

R.

Creería que en el momento en que se empezaron a dar los juicios de valor alrededor de la indisciplina y hemos olvidado expresar que hay riesgo de enfermar a pesar de ser disciplinados con las medidas de prevención. La prevención no elimina completamente el riesgo, reduce las posibilidades de enfermar, pero no lo elimina.  Ese temor de contar viene de evitar un juicio y de sentir el riesgo de ser discriminado. 

P.

¿Es posible cambiar ese imaginario de sentir vergüenza o culpa por haberse contagiado?

R.

Es necesario hacerlo. Tenemos que acostumbrarnos a vivir con el virus y por eso hablar con naturalidad de la enfermedad es una buena forma de empezar a cambiar la narrativa en la conversación. Es normal en medio de una pandemia adquirir la enfermedad y en la medida en que la gente perciba que es normal y no haya juicios de valor y señalamientos de indisciplinados o irresponsables, es probable que logremos con el tiempo ir dando esa transformación cultural para lograr hablar tranquilamente del tema. 

P.

¿Usted sintió culpa de contagiarse, a pesar de ser un reconocido profesional de la salud y de guardar todas las medidas de prevención?

R.

Sí, en un primer momento lo sentí, tomar el teléfono y llamar a la gente no es fácil, pero rápidamente entendí, y me ayudaron a entender, que no había culpa en esto y que lo que sí era un riesgo muy grande para los demás era no contarles. Entonces tomé el teléfono, llamé a la gente, les conté y creo que eso ha facilitado que esas personas se cuiden y cuiden a quienes tienen a su alrededor. 

P.

¿Cuáles son los mayores temores de una persona que empieza a sentir los síntomas y es diagnosticada, como le pasó a usted mismo?

R.

Yo sentí tres cosas, miedo de sospechar que tenía la enfermedad e incertidumbre de no saber cómo iba a ser la evolución en mi cuerpo, tuve también temor de ser aislado en el hospital, ansiedad de imaginarme que podía estar solo varios días y en riesgo, me dio mucha tristeza ver la cara de mis hijos, de mi familia viéndome ir hacia el hospital porque tuve la sensación de que me estaban mirando como si no nos fuéramos a volver a ver.  Pero nuevamente creo que al miedo hay que balancearlo con la razón y la gran mayoría de personas, más del 90 por ciento, tiene síntomas leves que se pueden manejar en la casa, como fue mi caso, y ahí es donde debemos pararnos para no dejarnos llevar por el miedo, sino actuar con razón y responsabilidad.  

P.

En el interior de las familias, ¿cómo se debería abordar el diagnóstico de uno de los miembros?

R.

Mi recomendación es que se empiece a hablar de esto antes de tener el diagnóstico. La gente debe ser consciente que a pesar de las medidas de prevención todos estamos en riesgo de sufrir la enfermedad.  Es importante hablar de eso desde ahora, conversar en la familia, explicarles a los niños que la gran mayoría de personas van a salir adelante y que los hospitales están preparados para atender a los que requieran atención hospitalaria. No es bueno esperar a que se tenga un diagnóstico para empezar a abordar este proceso.

P.

Esta crisis sanitaria tan profunda y sus efectos económicos y sociales ¿qué tanto está afectando la salud mental de las personas?

R.

En la salud mental está probablemente uno de los mayores impactos de esta pandemia, lo que sucede es que la carga de la enfermedad es invisible. Nosotros podemos contar diariamente los casos de coronavirus, pero no sabemos los casos de ansiedad, de depresión, la angustia que están viviendo las familias porque perdieron un empleo, porque tienen un familiar enfermo, por el mismo miedo que hemos generado con esta narrativa apocalíptica alrededor de la COVID-19. Hablarlo en familia, conversarlo es importante, ponerlo en la mesa, hablarlo en primera persona y poder afrontar todas estas angustias que estamos viviendo y estas tensiones a las que estamos sometidos, a partir del diálogo con las personas que queremos.  

P.

¿Por qué cree que hay ciudadanos que, como si nada, siguen acudiendo a sepelios masivos, celebraciones de todo tipo o se congregan para jugar fútbol, violando las medidas sanitarias y hasta los toques de queda?

R.

Estos son procesos de transformación cultural. Durante toda nuestra vida hemos asistido a sepelios, hemos jugado fútbol, hemos reunido a las familias y a los amigos para disfrutar y de un momento a otro decir que no lo pueden hacer implica un proceso de formación, de transformación y es un proceso que toma tiempo. Debemos insistir en esa transformación y ser menos duros en los juicios de valor porque los seres humanos somos animales sociables por naturaleza y tenemos que trabajar para generar un cambio profundo en los hábitos y evitar esos juicios para no discriminar  a quienes se han demorado más en entender la importancia de esta transformación cultural.

P.

¿Cómo insistir en el autocuidado para que la gente entienda que el virus está en una fase de ascenso?

R.

Es fundamental mantener el lenguaje y los mensajes alrededor del lavado de manos, del distanciamiento físico y del uso del tapabocas e insistir en la incorporación de estos hábitos porque el virus llegó para quedarse. Necesitamos acostumbrarnos a incorporar estas acciones en nuestras vidas para poder vivir o convivir con el virus.

P.

¿Cuál es el mensaje que deberíamos compartir para apoyar a quienes se contagian o están temerosos de buscar ayuda para evitar ser señalados?

R.

La naturalidad al hablar del coronavirus. Si hablamos con naturalidad, si entendemos que a pesar de las medidas de prevención todos nos podemos contagiar, si utilizamos los eventos de indisciplina para hacer formación y no juicios de valor, si nos unimos alrededor de la visión de cuidarnos unos a otros podemos lograr resultados.  Debemos ser persistentes y entender que esto requiere tiempo y maduración individual y colectiva.

P.

En el Atlántico y en Barranquilla, el contagio está acelerado. ¿Eso es bueno porque saldremos antes de la crisis o nos estamos engañando?

R.

La pandemia se va a comportar como se deba comportar en cada lugar. Hay razones culturales, demográficas, aparentemente ambientales y hay razones asociadas a las medidas que toman los gobiernos que determinan el comportamientos de la pandemia a donde va llegando. En cualquier caso, a medida que nos vamos infectando y quedamos más expuestos al virus tendremos menos riesgos hacia adelante, como ya vimos que sucedió en Europa y en otros lugares del mundo. Una vez una población se ha infectado de forma amplia empiezan a bajar los contagios porque se va generando inmunidad y eso es lo que va suceder.   En esto se requiere un liderazgo que afronte los retos de hoy y de mañana y en su momento haga un balance de cómo va evolucionando la pandemia. 

P.

¿Qué va a pasar en el resto del país, todas las regiones van a estar como nosotros en unas semanas?

R.

Colombia es un país con desigualdad y con inequidades estructurales y seguramente eso se va a ver reflejado en las regiones. Es difícil anticipar cómo se va a comportar.  Debemos avanzar en estar preparados, insistir en la necesidad del fortalecimiento de la atención primaria, seguir preparando el sistema de salud, cuidar a quienes nos cuidan, respaldar a nuestros hospitales y avanzar en esa transformación cultural para incorporar estos nuevos hábitos y aprender a vivir con la enfermedad. Tenemos un reto grande en las próximas semanas como nación, reto que ha llegado más temprano al Atlántico y, seguramente, de lo que ustedes están haciendo en Barranquilla y en el resto del departamento, podemos aprender lecciones para llevarlas a otras regiones del país donde la pandemia todavía no ha tenido un ascenso tan marcado.

P.

Es fácil decirlo, pero ¿cómo aprendemos a vivir con la COVID-19? ¿Volveremos alguna vez a vivir sin miedo?

R.

Espero que sí. Soy optimista en que esta pandemia ha mostrado la fragilidad de la raza humana, pero al mismo tiempo su resiliencia y su capacidad de unirse para vencer la pandemia. Todo lo que estamos aprendiendo globalmente, lo que están viviendo los países, no solo nos va a permitir volver a vivir sin miedo, sino salir más preparados, fortalecidos para afrontar otros retos enormes que tiene la humanidad en el corto, mediano y largo plazo. Requerimos esa mejor versión de liderazgo de cada uno, para que como individuos entendamos en rol que tenemos en un mundo hiperconectado donde todos somos responsables de todo y de todos.

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