El Heraldo
La vida de Pablo Escobar.
Colombia

“Han sido 29 años de sufrimiento”: familiares de víctimas de Pablo Escobar

Un árbitro de fútbol, Álvaro Ortega, y una locutora, Miriam Naza, fueron dos de las víctimas en la Región Caribe del capo de la droga.

Después de 25 años de su muerte, no hay una cifra oficial de los asesinatos atribuidos a Pablo Emilio Escobar Gaviria, jefe del Cartel de Medellín que fue abatido el 2 de diciembre de 1993. 
Su hijo Sebastián Marroquín estima en 3.000 los homicidios ordenados por su padre. La Policía  calcula en 5.500. Pero el número puede ser mayor e incluye policías, periodistas, jueces, árbitros de fútbol y candidatos presidenciales, entre otros.

Entre esas víctimas están el ábitro bolivarense Álvaro Ortega, asesinado por sicarios en pleno Centro de Medellín en noviembre de 1989, cuando caminaba junto a un colega, el barranquillero Jesús Díaz. 
Ortega, casado con Betty Barrios, dejó dos hijas, Mónica y Lorena. Su familia, 29 años años después sostiene que todo quedó en la impunidad. Nadie respondió por este asesinato que obligó, por primera vez en el país, a suspender el torneo profesional de fútbol. 

Otra víctima fue Miriam Naza Guzmán, periodista barranquillera, quien murió en Medellín por la explosión de un carrobomba atribuido al capo de la droga. Veinticinco años después de la muerte de Escobar, estos son sus testimonios.

“Escobar perjudicó mi carrera como árbitro

Jesús Chucho Díaz tenía diez años como árbitro del fútbol profesional colombiano cuando decidió retirarse. “Pablo Escobar me hizo abandonar lo que más me apasionaba”, recuerda el silbato barranquillero tras los 25 años de la muerte del considerado  temible capo del narcotráfico.

El 15 de noviembre de 1989  Jesús Díaz había sido designado para estar en el partido entre el Medellín y el América de Cali, en el Atanasio Girardot, al igual que su súper amigo Álvaro Ortega.

Chucho recuerda como una película todo lo que aconteció ese día, cuando caminaba por el Centro de Medellín con Álvaro, y a pocos pasos del tradicional hotel Nutibara se produjo el atentado contra el árbitro bolivarense nacido en el corregimiento de El Roble, municipio del Guamo.

Ortega había sido el central de la confrontación de ida, en el Pascual Guerrero de la capital del Valle. Los ‘Diablos rojos’ ganaron 3-2,  Álvaro, cuando faltaban tres minutos para el final le anuló un gol de ‘media volea’ a Carlos Castro, del Poderoso de la Montaña. 

Esa decisión le molestó a Pablo Escobar, quien ordenó matar al silbato costeño, tal como lo relató alias Popeye, lugarteniente de Escobar Gaviria. 

“Le dije a Álvaro que no aceptara ir a Medellín despúés de esa confrontación.  Yo vaticiné que lo único que le faltaba a Colombia era que asesinaran a un árbitro. Desafortunadamente no me equivoqué”, sostiene Díaz. La Dimayor escogió al bogotano Orlando Reyes como el central, Ortega, juez de línea 1 y Díaz el 2 para la confrontación de ida ida.

Las heridas que dejó Pablo Escobar en Bolívar

29 años después del asesinato del árbitro bolivarense Álvaro Ortega Madero a manos de sicarios al servicio del jefe del cartel de Medellín, Pablo Emilio Escobar Gaviria, su familia en Cartagena, Barranquilla y Lima (Perú) creen que ha llegado el momento de remover el caso, decir algunas verdades y hacer que el fútbol pague por esa muerte.

Después de la muerte del capo del narcotráfico más conocido del mundo, hace 25 años, los recuerdos de sus crímenes en la Heroica terminan siempre decantándose en el deporte y el asesinato que destrozó el corazón de la familia Ortega Barrios y Ortega Madero e hizo trizas el balompié nacional, al punto que en 1989 ha sido el único año en la historia del fútbol colombiano en el que no hubo campeón luego que el Presidente de la Dimayor, Alex Gorayeb, le anunciara al país, siete días después del asesinato de Ortega, la suspensión del campeonato un 22 de noviembre de 1989.

“Los que hacían las designaciones arbitrales, estoy casi seguro, vendieron a mi hermano a la mafia”, le dijo a EL HERALDO Egel Ortega Madero, quien para la época del asesinato de su hermano tenía 23 años.

“Cómo se explica uno que un 26 de octubre mi hermano es prácticamente sentenciado por Pablo Escobar por anularle un gol al Medellín por una infracción dentro del área de manera correcta (fue al delantero Carlos Castro) y antes de un mes sea designado para volver a integrar el cuerpo arbitral para ese mismo partido, pero en Medellín. Eso no le deja a nadie una alternativa para pensar algo diferente. Si hoy en día a un árbitro no lo designan durante un tiempo prudente después de tener alguna actuación polémica o no le asignan dirigir a cierto equipo por pedido de este. A mi hermano lo entregaron esas personas para que Escobar lo matara”, dijo.

Para la viuda de Ortega Madero, Betty Barrios, sus hijas, Mónica y Lorena, como al resto de sus familiares en Cartagena han sido 29 años de sufrimiento en silencio, nadie les ha preguntado cómo hicieron para salir adelante, cómo hicieron para seguir sus vidas con el vacío que dejó su padre, por eso creen que ha llegado el momento que el fútbol pague por esa vida que se perdió.

“En su momento se ofrecieron algunas dádivas que la familia consideró no eran apropiadas. La dignidad y honra de mi hermano no eran, ni son negociables, pero hoy vemos que el fútbol se ha enriquecido, hay una suerte de beneficios que nunca le llegaron a la familia de mi cuñada y mis sobrinas.

Betty (la viuda) es madre soltera, debió criar sola a sus dos hijas, ambas son profesionales (Mónica estudió cosmetología, vive en Barranquilla, tiene dos hijos, y Lorena es comunicadora social y por su trabajo vive en Lima), a ellas nunca les llegó un solo beneficio de la Dimayor o la Federación.

Se ofreció una casa en el barrio Ciudadela cuando en su momento Álvaro y su familia vivía en el barrio Boston de Barranquilla y consideraron que el cambio no beneficiaría la educación de las niñas de 3 y 5 años, en su momento. Hoy, todos sus familiares hemos estudiado la situación y vamos a demandar a la Federación Colombiana de Fútbol y a la Dimayor”, anunció.

Por la muerte de Álvaro Ortega la justicia colombiana nunca profirió una condena; la confesión de alias Popeye, jefe de sicarios del Cartel de Medellín, refiriéndose a la orden que había dado Escobar de asesinar a Ortega Madero, es la única verdad después de 29 años.

“Todos los días recuerdo a Miriam, a la que siempre admiré

“¿Dónde está Miriam?”, fue la pregunta que le hicieron a Domingo Sampayo el 28 de junio de 1990. 

Pasada unas horas, cerca de las 11 de la mañana, vuelven a llamar a darle la respuesta: “Explotó un carrobomba y encontraron su carnet de locutora”.

Miriam Naza Guzmán era una periodista barranquillera que se había traslado a Medellín por su trabajo en Caracol Radio.  Era conocida según su cuñado y amigo, Osvaldo Sampayo Covo, como “la mejor voz de la radio en Barranquilla”.

Desde los ocho años mostró su preferencia por la radiodifusión, su voz sonó por  Radio Sutatenza, en RCN, en Caracol y las cadenas que emergieron en la Costa. 

Su esposo Domingo, un ingeniero químico que para ese tiempo vivía en Cartagena, la conoció por su hermano, con quien realizaba un programa radial en la concha acústica del parque Almendra. 

“Era una persona excepcional, una excelente profesional, una voz que cautivó la radio y la tv”.

Pero el día que estalló un carrobomba en la Avenida Regional, frente a la Plaza de Toros La Macarena, en Medellín, en los años 90, Pablo Escobar Gaviria apagó la voz de esta barranquillera. 

No hubo tiempo de despedidas, ni reacciones, ni sospechas. Miriam transitaba con su amiga por la misma zona donde ocurrió el atentado. Ese día murieron 14 personas, entre esas, ellas. 

A Domingo le avisaron de inmediato. Recuerda que luego de eso el miedo lo invadió, los nervios se le alteraron y no dejaba de pensar que en cualquier momento “cuando iba caminando por la calle, algún vehículo iba a explotar y mis hijos se quedarían sin papá y mamá”.

La zozobra hizo que tres meses después, Domingo se devolviera a Barrannquilla con sus tres hijos (de diez, siete y cinco años) huyendo del “terrorismo y la violencia de los año 90 en Medellín”.

25 años después de la muerte de Escobar, Domingo dice que aunque “uno no se debe alegrar de la muerte de nadie”, el 2 de diciembre de 1993 lo festejó. 

“Fue un hombre que le hizo daño al mundo entero y que le sigue haciendo daño aún después de su muerte, porque dejó sembrada la semilla del narcotráfico y la violencia, la que aún persiste y no se ha acabado”. A Domingo le quedó 18 años de matrimonio con una mujer que admiró, le quedaron tres hijos y una cicatriz hecha por Escobar. “Todos los días la recuerdo”. 

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