El Heraldo
Caminantes se enfrentan a condiciones extremas, ríos y montañas peligrosas con el fin de lograr un mejor futuro para sus familias. Archivo
Colombia

Darién, el “infierno selvático” que en 2022 albergó más de 200 mil migrantes

En Venezuela la venden como un plan turístico, pero este corredor está lejos de ser un paseo. Migrantes se enfrentan a condiciones extremas, ríos y montañas peligrosas, una de ellas recibe el nombre de “Loma de la muerte”.

“Un día de hospedaje más dos comidas. Cuatro días de selva con guías comprometidos con la vida de los clientes. Recomendamos no traer pasaportes, si no enviarlos por DHL a Estados Unidos”. Como si se tratara de un paquete turístico, cientos de migrantes son conducidos a cruzar el Tapón del Darién, uno de los corredores más peligrosos del continente para llegar a Estados Unidos.

José* tardó una semana en cruzar la selva, fueron 168 horas de temor, cansancio, zozobra e incertidumbre. En sus 26 años de vida, nunca se le ocurrió salir de Venezuela, su país de nacimiento, para tener que caminar 100 kilómetros, recorrer parte de una selva que tiene 575 mil hectáreas y atravesar seis países. Todo para poder ofrecerles a sus hijos mejores oportunidades. Los sacrificios al final valieron. O eso es lo que él dice.

Su viaje, lejos de ser turístico, comenzó desde Barranquilla hacia Montería. Luego llegó hasta uno de los destinos preferidos en Colombia: Necoclí y Capurganá. Muchos turistas buscan llegar a estas zonas del país para disfrutar de un paisaje adornado de biodiversidad y un mar azul turquesa intenso; para José solo fue la primera parada de una travesía caótica.

Como él, hay otras 227,986 personas que han cruzado—en lo que va corrido de este año según cifras de la Acnur—el Darién o el “infierno selvático”, como lo llaman quienes los han vivido.

El aumento del flujo de migrantes por el corredor selvático comenzó desde 2021, pero las cifras “históricas” del 2022 agudizaron la crisis, tanto así que la situación acaparó la atención de los distintos países que comparten esta problemática: Colombia, Venezuela, Panamá y Costa Rica.

Inclusive, el pasado 22 de noviembre, los obispos venezolanos y colombianos se reunieron en la diócesis colombiana de Apartadó en el marco de la campaña “En los pies del migrante”, para pedir a todos los agentes y entidades competentes que garanticen que el éxodo de los casi mil migrantes que a diario cruzan el Darién se realice bajo “el respeto a la dignidad humana”.

Las cifras dan cuenta que el 2022 fue el año en el que el Darién ocupó la agenda de varios gobiernos, además que obligó a que Estados Unidos destinara cerca de 18 millones de dólares para la asistencia humanitaria de refugiados y migrantes vulnerables en Panamá. La cifra fue cuatro veces mayor que el monto que Panamá recibió en 2021 (4 millones).

Un problema de desinformación

EL HERALDO consultó a Ronal Fabián Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, quien explicó cuál es el fondo de la problemática de ese peligroso corredor migratorio.

“La migración que llega a Colombia, sobre todo, es de sectores populares y tiende a tomar la ruta del Darién porque les falta inteligencia migratoria y no entiende lo que significa meterse a la selva, no comprende las dimensiones de a qué se están enfrentando y, sobre todo, la desinformación que circula por grupos de WhatsApp es muy alta”, afirmó el experto en temas migratorios.

Para el investigador, “la desinformación es lo que ha llevado a que se aumente el flujo migratorio, hay gente que les dice que eso es un recorrido fácil, y que se puede hacer en tres días.

La población venezolana se encuentra en una condición de vulnerabilidad, obviamente en el caso de la ruta del Darién también está de fondo el sueño americano”.

Aunque este año la crisis migratoria por ese paso se agudizó, Rodríguez aclaró que es una problemática que ha venido aumentando desde finales del 2021, dependiendo de las variaciones climáticas.

“La migración por el Darién es estacional, se suele dar entre el verano y el otoño porque las condiciones climáticas facilitan el paso y el año pasado tuvimos un registro de crecimiento importante”, explicó.

Por su parte, la oficina de Acnur afirmó que este año Panamá “enfrentó una de las crisis de movimientos mixtos más desafiantes de la década como parte de una crisis de desplazamiento sin precedentes en las Américas. Este año, factores como el aumento del costo de la vida, los impactos socioeconómicos del COVID-19, la dificultad para acceder a servicios básicos y la xenofobia han hecho que el número de personas haciendo el cruce aumente exponencialmente, siendo la mayoría venezolanos”.

Un tramo de historias

Dos niños abandonados en una carpa, uno junto al otro, no había nada más alrededor. Sus rostros estaban cubiertos, pero sus pequeños pies se lograban ver en medio de un ‘río’ de migrantes. Ambos habían muerto. No lograron cruzar la terrorífica selva.

Esa es una de las imágenes que probablemente José no podrá borrar de su mente, a pesar de que trató dejarla en blanco mientras caminaba hora tras hora el tramo entre Colombia y Panamá.

El llanto de los bebés y de los niños que cruzan el peligroso tramo —sin saber por qué están caminando por largas horas bajo condiciones extrema—fue un sonido que no logró salir por varios meses de la cabeza de José.

Las lágrimas estaban acompañadas del clamor de niños que pedían a gritos descansar, no seguir más el tortuoso camino del que no tuvieron elección.

Dos pequeñas hermanas, una de ocho y otra de diez años pedían descansar, sus pies estaban adoloridos tras caminar descalzas por gigantes y resbalosas piedras. Ambas fueron socorridas por un haitiano.

Sus padres no lo habían logrado. La selva les ganó. El agua es lo único que mantiene con vida a los migrantes. Cuando se acaba no les queda de otra que hidratarse con la que corre por el río, el mismo en el que flotan los cuerpos de quienes mueren por infartos, mordeduras de animales o cualquier otro motivo.

En todo caso, el Darién no diferencia edades, género ni condiciones sociales. Todo el que decide cruzarlo vive su propio infierno.

Para el investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, el problema debe abordarse en gran medida por los gobiernos, previendo que el Darién no será el único corredor migratorio al que deba prestarse atención. Rodríguez advierte que para el próximo año puede esperarse un aumento de migrantes en el tramo de San Andrés para llegar directamente hasta Nicaragua.

“En el 2021 tuvimos un primer incremento en esta ruta, pero en el 2022 fue muchísimo mayor, lo cual puede aumentar por el cambio de reglamentación en Panamá, donde las autoridades están regresando a los migrantes vía aérea”, señaló.

Rodríguez aseguró que para el próximo año se debe plantear la necesidad de una respuesta coordinada entre los países porque los gobiernos “tratan el tema de manera diferenciada”.

Así mismo, explicó que se está trabajando en algunos ejercicios para que se determinen ciertas rutas seguras para la población migrante que permiten garantizar la vida y acabar con el peligroso tramo del Darién.

Concluyó que debe haber un trabajo conjunto de la sociedad civil, organizaciones y universidades, además de los gobiernos de Panamá, México, Colombia y Estados Unidos para hacerle un frente a la crisis migratoria del Darién

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