
Tras los restos del chef vasco que murió como guerrillero en Cesar
El cuerpo del cocinero español, que le cocinó a Fidel Castro y se unió al ELN a finales de los 60, estaría en el Cementerio de Curumaní.
El misterio de dónde están los restos del chef vasco Pedro Baigorri, quien le cocinó al dictador Francisco Franco, a los hermanos (Fidel y Raul) Castro, a Ernesto Guevara, y que tiempo después se convirtió en guerrillero del ELN, estaría ad portas de resolverse tras 49 años de larga, mística y compleja búsqueda de la verdad.
Y, con esta resolución, llegaría la paz a la familia del subversivo cocinero, que desde el 6 de octubre de 1972 llora inconsolablemente desde España el cuerpo de un muerto que, hasta ahora, no se sabe dónde fue enterrado.
Los restos de Baigorri, que murió a los 42 años en una operación militar en el departamento del Cesar, son uno de los objetivos de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, que desde el 30 de septiembre inició la intervención al Cementerio Santísima Trinidad de Curumaní, Cesar, para ubicar los cuerpos de personas desaparecidas durante el conflicto armado.
La intervención acabó el domingo y, según versiones de entero crédito, se presume que uno de los restos óseos pertenece a Baigorri. La identificación está a cargo de Medicina Legal, quien cotejará el material genético encontrado con el adn de su familia en España.
“Ha sido toda una vida de incertidumbre desde la muerte del tío Pedro. He crecido viendo a mi madre oscurecerse, llorar cada vez que rememora a su hermano. Hoy nos sentimos un paso más cerca de cerrar este ciclo de muerte”, narró Pedro Mendia Baigorri.

Las cosas de la vida. Pedro Baigorri, un chef vasco nacido en la pequeña localidad de Zabaldika, muy cerca de la coloquial y festiva Pamplona (España), donde año tras años se celebran las concurridas y polémicas fiestas de San Fermín, destacó tanto por sus habilidades culinarias que muy pronto tuvo que complacer, en el hotel María Cristina, en San Sebastián, los exigentes gustos del general y dictador ibérico Francisco Franco, quien gobernaba el país desde 1936.
Por aquellos años, su tierra era un caldo de cultivo de inconformidades políticas, disgustos con los gobiernos, represión hacia la oposición y puerto de salida de cientos de compatriotas que buscaron exilio en otros mares. Pero él apenas terminaba de pulir sus ideales para un bien, según él, mucho mayor. Y se tragaba, según algunos informes, sus posturas contra el franquismo. Aunque no duraría mucho tiempo.
Baigorrri, que desde muy pequeño estuvo interesado en la política, no tardó en ascender por su talento en la cocina y años más tarde siguió detrás de su tarea de hacer parte de alguna revolución en el exclusivo y pomposo hotel Príncipe de Galés, en París, lejos de la España fascista y las críticas de su padre, pero más cerca de los caminos que lo conducirían a hacer parte de una revolución.
Allí se volvió colaborador del Frente Nacional de Liberación Argelino y conoció a Colombia Moya, una bailarina mexicana de la cual se enamoró y con la que partió hacia La Habana, Cuba, tras conocer a cientos de amigos con ganas e ímpetu subversivo de liberar y pelear, supuestamente, por los derechos latinoamericanos.
Antonio Núñez Jimenez, un científico y revolucionario cubano, se volvió íntimo amigo de Baigorri hasta tal punto que, para terminar de ajustar sus ideales políticos, lo invitó a cultivar champiñones a la isla. Allí, en el pleno calor del movimiento comunista, según reporte de periodistas españoles, empezó a codearse de lo más alto del conocido régimen. Incluyendo a Fidel y Raúl Castro, a quienes sorprendió con sus dotes gastronómicos. Además, trató con el Che Guevara.

Baigorri estaba en un gran momento personal, pero las cosas rápidamente empezaron a irse al traste. Su relación con Moya culminó, la relación con los hermanos Castro se enfrió, por lo que enguayabado por el fin de su amorío y distanciado de los líderes de la revolución cubana decidió enfilar su ruta hacia Colombia para alimentar su corazón izquierdista. En ese cambio de coordenadas habría influido el guerrillero colombiano Tulio Bayer.
Al menos el final de la relación con los Castro, como casi todo en la vida de Baigorri, es un completo misterio, pues otros relatos de prensa de la época escritos por Marco Tobón indican que Fidel aceptó la decisión del vasco a regañadientes debido al aprecio que le tenía.
Lo cierto es que el cocinero Baigorri se enfiló, a mediados de los años 60, en la espesura de los montes colombianos y se unió al Ejército de Liberación Nacional (ELN). Allí, entregado complemente a su ideología revolucionaria, lejos del amor que le falló y el calor de su hogar, le notificó a sus padres, que le habían rogado que dejara esa vida y volviera a España, que prefería morir en la Sierra Nevada de Santa Marta, en las montañas del Cesar o en cualquier punto remoto de Colombia, antes de vivir una vida sin sentido en Pamplona.
Dejó claro que su lucha era por los más necesitados, por los que no tienen voz, por aquellos pisoteados, por los marginados, por aquellos que no están en el mapa. Su propósito tenía un fin mayor o, al menos, así lo quiso dar por sentado.
“Vale la pena morir para que la gente pueda comer. Vivo fiel a mis principios y a mis ideas, y en el fondo es un homenaje principalmente a vosotros. Nacemos y morimos y lo único que queda es el recuerdo de los seres queridos, pero la vida es dejar algo más. La felicidad no es tal si no es para todos”, le comunicó a su padre.

La muerte, en 1972, le llegó a Pedro Baigorri a aproximadamente 8.000 kilómetros de su tierra natal. El 6 de octubre del año en mención, durante el gobierno de Misael Pastrana, el chef vasco falleció luego de una operación militar realizada en la Serranía del Perijá, en San Roque, corregimiento de Curumaní, en el departamento del Cesar. Dos personas más murieron en el hecho, entre ellas Tomás Arévalo.
Según algunas versiones de los familiares, el vasco murió en una emboscada del Ejército “con una lluvia de balas y granadas fuera de las reglas”.
Posteriormente, el ejército habría sepultado los cuerpos en una fosa común, de la que se cree que la familia de Arévalo, años más tarde, intervino para sacar los cadáveres, entre ellos el de Baigorri, para llevarlos a un osario familiar en el cementerio de Curumaní.
49 años después, según la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, el misterio podría resolverse.