Cerrar los ojos y dejarse enamorar del coqueteó de las gaitas y del tambor alegre; indudablemente revocó el veredicto que Colombia, tan solo es el máximo proveedor de estupefacientes a escala mundial de la mano de Afganistán. De igual manera, a su vez objeta el idealismo capitalista el cual se apoya en la cultura del fracking, tal y como acontece con la licitación del gasoducto en el Golfo de Morrosquillo.
Y es que, a decir verdad, nuestro país es un tesoro cultural inmaterial de la humanidad, como en el caso de San Onofre de Torobe. Región de negros cimarrones que han luchado por su libertad desde el tiempo de la colonia y que ahora busca un lugar privilegiado en la historia; valiéndose en sus saberes ancestrales y de su multiculturalidad, rescatando nuestras raíces que se ahogan plácidamente a orillas del mar Caribe como el bullerengue. El cual, refleja el entusiasmo y el goce en nuestras cumbiamberas, semejando a los colibríes en la víspera de la primavera. Y ni hablar, de la hermosura representada en el ámbito de la pintura, la artesanía y las artes plásticas o esa peculiar sonrisa de las mariamulatas que se equiparan con las orquídeas.
Tierra asentada en los Montes de María y fructífera para la agricultura, la cual traza sus rutas de escape al mar, por los caminos que dibujan el peinado de las trenzas. ¡Ueepajee! Es el júbilo de gloria en las noches eternas de porro y fandango en la festividad del afrosabanero, en el que, las abuelas recetan "te de toronjil" para el que las gaitas no lo dejan dormir. “Por ende, a través de mi literatura los invito a conocer mi pueblo para que tengan el privilegio de soñar despiertos”
Thiago Bettin.
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