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Ilíada | Los lectores escriben

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I estaba al colmo del fariseísmo del mundo ¡Gente cruel, que lo estaba volviendo misántropo! Por suerte  ya el mundo era solo ruinas y escombros, las  Ananses salían solo durante el mediodía, una mujer se ocultaba en un carro, pero las arácnidas de hierro golpeaban el capote con sus patas, y apareció I estoico, y asceta, viendo impasible, las Ananses quizá por esa calma imperturbable ya lo creían un escombro, la mujer saltó del carro y se puso detrás de I:

-¿Cuántos años tienes?, le preguntó. 

-34, y de veras que creía que I era un héroe.  Rápidamente las Ananses los miraron con sus ojos láseres, que brillaban como las semillas de una granadilla. I La ayudo a levantarse y nadie osó seguirles, de veraz que estaré agradecida para toda mi vida, pensaba la mujer y le iba diciendo, se limitaba a decir “¡Jo!” Lacónicamente. Pasaron dos meses y la mujer fue para él durante ese tiempo su estanque de luxe et volupté, y se movían como serpientes entrelazándose, sin embargo, cierta vez que I estaba fuertemente herido y tenía que apoyarse de su hombro, cuando apareció una insípida y nada intimidante Ananse, sin pensarlo y casi maquinalmente salió despavorida; Y el arácnido de metal, como era joven, apenas y le pinchó las piernas con sus puntiagudas patas, hubiese sido una Ananse Adulta, y sin dudarlo, hubiese muerto. 

Desde entonces, se encerró  en un auto, esperando que ella regresase para vengarse, la tierra cubrió todo el capote y creció buena hierba, y fue como una roca en un prado camuflada; Los niños cruzaban jugando en las tardes. Estoico y asceta sigue allí, ¡Si tan solo viese por la otra ventana! Parece una momia en el mismo sitio, en otoño las abismas van agujerear su cráneo por dentro, y saldrán como lucecitas nihilistas a posarse en los delicados pétalos de una flor, año tras año sigue esperando, la mujer nunca regresó, seguramente alguna vez lo hizo y solo vio la hierba que crecía sobre una roca, es probable que para entonces fuese una ancianita de pasitos seniles que venía en un día lleno de melancolía, también, que durante todo este tiempo se haya casado y haya llevado una vida monótona… Cuando sintió que iba a morir y los ojos se le hacían pesado y respirar como inhalar vapor, deseo maldecir “a la mujer” pero no sabía su nombre, entonces visualizaba los detalles de aquel día gris y lúgubre, se levantó de noche y con los ojos lloroso, le contó que había sido actriz, dijo su nombre y el de aquellas personas que la nostalgia le hacía recordar, justo cuando lo recordó y movía sus secos y momificados labios para maldecirla, su cabeza cayó de lado, y murió.

Osneider Acuña

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