
Los ciudadanos ya no confían en los gobiernos, tampoco en los tribunales, ni en las autoridades, ni en las instituciones, mucho menos en los políticos. Los consumidores no creen en las empresas ni en sus productos. Las ofertas de negocios no son tan confiables como en otras épocas. Los pacientes dudan de algunos dictámenes médicos y ya no confían en los Servicios de Salud. Los usuarios se sienten acosados y no encuentran confianza en las Empresas de Servicios Públicos. Los comerciantes confían cada vez menos en sus clientes. A los electores no les convencen los resultados. Los amigos no creen en la lealtad del amigo. La familia no confía en las buenas intenciones de su propia familia. El pueblo ya no cree ni en su propio defensor. La sociedad no confía ni en sus mismos socios. En resumen, la pérdida de confianza es común en nuestros tiempos.
Es evidente que se ha perdido la capacidad de confiar o simplemente nos acostumbramos a desconfiar. Se ha convertido en un instinto de supervivencia dudar de todo el mundo. Las personas desconfían hasta de sí mismas. La desconfianza viene afectando, sin lugar a dudas, a muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana. La gran mayoría de nuestras relaciones interpersonales; sean comerciales, laborales, particulares o sentimentales; pasan por un filtro riguroso de confianza. Es arduo el trabajo y largo el proceso para recuperar la confianza perdida entre las personas, para que la gente vuelva a confiar en la gente.
Para lograrlo, es importante reconocer que no hay mejor enseñanza que el ejemplo mismo, de tal manera que los prototipos referentes de la sociedad, no sólo deben dar muestra de una conciencia honesta, sino que se comporten honradamente en todos los eventos de su vida pública y privada, convirtiéndose en verdaderos paradigmas, dignos de imitar en la excelencia de sus más legítimas y sanas actuaciones.
Por eso, es absolutamente necesario percibir que los gobernantes y los que nos representan, así como el policía, el magistrado, el juez, el fiscal, el gerente, el maestro, el médico, el abogado, el jefe, el patrón, el padre de familia, el comerciante, los funcionarios en general, estén dando todos ejemplos de rectitud y buenos hábitos, con amplio sentido de compromiso y lealtad que reflejen el verdadero valor de la confianza.
Roque Filomena Angulo
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