Un latente malestar es el que se viene presentando por estos días en el país, que no es de ahora, sino que aflora con mucha frecuencia y regularidad, que no es otro que los paros y las movilizaciones que se registran en algunos sectores y regiones de nuestra geografía nacional.
Esta vez la situación se focaliza en el paro declarado por Fecode, que exigen del gobierno que, entre otras mejoras, mejores condiciones salariales y mayor servicio de salud, lo que ha ocasionado que cerca de ocho mil niños se hayan quedado sin clases.
Por otro lado, está la movilización de la que es escenario Buenaventura, puerto por donde se mueve el 50% del comercio exterior del país y en el que sus habitantes tienen altas tasas de desempleo, irregular servicio de agua potable, hospitales cerrados, corrupción galopante de su clase política, falta de oportunidad para sus jóvenes y problemas del microtráfico.
Similar radiografía es la que encontramos en el Chocó.
Creo que no estamos descubriendo la pólvora cuando pensamos que en gran parte la responsabilidad de estos hechos se la debemos atribuir, sin duda alguna, al Estado colombiano y a sus distintos gobiernos.
Esta actitud contestataria de estos sectores obedece al olvido, al descuido, al abandono y a la indiferencia en la que se les mantiene sus problemas seculares. De poco valen las reclamaciones que se hacen por la vía institucional, ya que no son oídos con atención, lo que genera esta inconformidad.
Ante estos hechos, tal parece que los colombianos, con los graves problemas que padecemos, poca atención les prestamos a los mismos y asumimos una actitud más atenta, crítica y de censura a lo que está sucediendo en Venezuela, actitud a la que han contribuido los medios de comunicación que le conceden más importancia a lo que allí sucede que a lo que ocurre interiormente en nuestro país.
Valmiro De La Hoz Cantillo
Abogado
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