La participación de menores de edad en robos, atracos, extorsión, microtráfico, drogadicción y en otros delitos mayores que pueden derivar en asesinatos tiene prendidas las alarmas en la sociedad, aunque muchos no son plenamente conscientes de la gravedad de sus actos, sino que son manipulados por adultos, que los utilizan para delinquir.
Los expertos coinciden en que las organizaciones criminales que utilizan a niños y adolescentes se aprovechan del marco jurídico que protege a estos últimos. Actualmente, los menores de 14 años no pueden ser declarados responsables penalmente ni privados de la libertad. Y si están entre los 14 y los 18, los ampara un Sistema de Responsabilidad Penal que no los investiga ni los juzga, tampoco los castiga con la dureza que merecen sus actos delictivos.
Pero no solo se escudan en códigos penales, también se refugian en códigos morales y sociales que han cambiado profundamente a la sociedad de hoy en día, que puede verse reflejado, por ejemplo, en la temprana práctica sexual en adolescentes; sin que haya una reacción inquietante por parte de la ciudadanía frente a este fenómeno que ha tomado rumbos muy distintos, en comparación con la visión que se tenía en generaciones anteriores.
En esa misma dirección se observa con más frecuencia, pero con menos acción correctiva, la prostitución infantil, y los casos se multiplican y abundan, apoyados en el eco publicitario y de una sociedad que se ufana de ser más abierta, pero, a la vez, permisiva con este tipo de abusos. Es un tema que no siempre se quiere ver, sobre el que cuesta empezar a hablar y sobre el que muchos prefieren no escuchar.
De modo que el abuso deshonesto de menores es un problema que hoy día alcanza proporciones epidémicas. Su impacto puede ser devastador. Muchas víctimas tienen profundos sentimientos de inutilidad y poca autoestima, porque adicional al delito de que son objeto, se ven expuestas a embarazos no deseados con las consecuencias negativas de graves riesgos que ponen en desequilibrio el bienestar integral y las expectativas de vida.
Definitivamente, son delitos de marca mayor que involucran y atrapan al menor, y que no le permiten vivir las diferentes etapas de su desarrollo a plenitud, toda vez que se le impide crecer y aprender en un ambiente seguro y saludable.
Roque Filomena
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