Dado el estado de intolerancia al que permanentemente estamos sometidos, las Muertes Violentas “por asesinato” son un fenómeno frecuente en nuestro medio, y la víctima puede ser cualquiera, pero a través del tiempo, para estos hechos se había mantenido algún respeto y consideración para con los niños.
Pero esa tradición de respeto y consideración se ha perdido, si tenemos en cuenta el balance de lo ocurrido en lo que va de este año, pues es muy notable el número de los niños abusados sexualmente, maltratados y últimamente asesinados, como acaba de suceder el martes de carnaval, con una bebita de 2 meses quien fue objeto de muerte violenta a manos de la delincuencia común en los brazos de su padre quien también corrió igual suerte. Es un suceso que ha estremecido y conmovido a Barranquilla y ha despertado mucha indignación de todos los barranquilleros.
Aunque la motivación de estos crímenes podría ser por factores diferentes, y si bien según la Policía el padre tenía varios delitos a sus espaldas entre ellos homicidios y al parecer formó o formaba parte de una banda delincuencial, la muerte de la bebita ha impactado más cuando sucede en esta forma, por ser una criatura inocente e indefensa, cuyo crimen fue cometido a sangre fría, con sevicia, alevosía, lo que nos debe hacer reflexionar y meditar por la forma como se presentó, con extrema violencia, despiadadamente criminal, un episodio de crueldad sin nombre, cometido por unos desalmados, que gracias a Dios, pudieron ser identificados y capturados.
Han sido incontables las voces que piden condena de por vida, que se pudran en la cárcel, esos asesinos de profesión. Ya en el pasado la senadora Gilma Jiménez, la única parlamentaria que hizo de la defensa de los derechos de los niños el norte de su vida política, logró reunir firmas para exigir un referendo sobre la cadena perpetua, murió de cáncer sin lograr su objetivo.
Aunque la obligación es del Estado, pero la responsabilidad de reclamar es de la sociedad en su conjunto. Debemos buscar la forma de prevenir y proteger a los niños “contra estos actos de violencia”, no estar mirando para otro lado, no minimizar este delito atroz, tenemos que hacer manifestaciones y además denunciarlos.
Las instituciones públicas, educativas, culturales, sociales, las Asociaciones en especial la de Pediatría, debemos promover en un día o durante todo un mes, actividades que resalten el rechazo, el repudio de este hecho criminal, y aunque no se pretende que en un mes o en un día se vaya a solucionar esta problemática, sí en parte, se logra sensibilizar a los desalmados sobre el Derecho a la vida de un inocente niño, de respetarle la vida que Dios le dio. A la vez, exhortar a las autoridades judiciales de la instancia a realizar una oportuna y recta investigación con el clamor para que se haga justicia. “A Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César”.
Agustín Guerrero Salcedo
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