GAITEROS
Catalino Parra
Se fue Catalino Parra, quedaron las gaitas. Cumpliendo un ciclo en la vida y a sus 95 años, marchó de este mundo con toda su gloria. El típico y noble campesino de esta Costa Caribe que nació en Soplaviento, Bolívar, era el último juglar de los Gaiteros de San Jacinto, agrupación que conoció el mundo de la mano de los Hermanos Zapata Olivella. Con sus obras transcendieron las fronteras patrias llevando la riqueza de nuestro amplio y hermoso folclor . Los Montes de María vieron nacer y oyeron la portentosa voz de Catalino Parra. Sus obras musicales y su extenso trabajo respaldados musicalmente con sus sus instrumentos, tambora, tambor alegre, llamador, maracas y sus nobles y melódicas gaitas, dieron a conocer ante el mundo nuestra riqueza musical. Sus giras mundiales y su obra donde además de ejecutantes, eran coristas y compositores. Catalino Parra era uno de ellos, con sus compañeros: los hermanos Lara, Juan y José, Toño Fernández, Juan “Chuchita”, Mañe Cerpa. Donde lo cotidiano de sus pueblos campesinos era la musa para sus composiciones. “Animalito del monte”, “Josefa Matia”, “El morocoyo”, “Donde canta la paloma”.En los últimos años influyeron para se crearan conjuntos similares, además que sus herederos, estan empeñados en que esta música, tan nuestra un muera. Paz en la tumba del gran Catalino Parra. Que suenen en los medios de comunicación su inmortal música.
Pablo Romo Romo
romoromop@hotmail.com
FOLCLOR CARIBE
Compae Cata
Nació para cantar y pescar. Nunca dejó de hacerlo. Introdujo la tambora en los Gaiteros de San Jacinto y allí el sonido de este grupo ancestral, comenzó a escucharse mejor en todo el mundo. Su voz de cristal nunca desentonaba entre la nostalgia y la alegría de quienes escuchaban los acordes creados por su talento prodigioso. En su natal Soplaviento, pueblo de pescadores, aprendió y ejerció hasta su muerte a los noventa y cinco años, los avatares y secretos de la pesca, siempre al lado de su amigo inseparable Gregorio Almeida, con quien caminaba todos los días hasta el Canal del Dique a buscar el sustento diario, compuesto por bocachicos, arencas, barbules, lisas y coroncoros. Sus viajes a las grandes capitales del mundo a hacer conocer la grandeza de nuestro folclor caribe, en nada estropearon su sensibilidad para lanzar su atarraya y sonreír aun cuando la faena no era buena.
En el desaparecido colegio Rafael Núñez de Cartagena, apoyado por el rector Simón Almanza, inició la creación y fundamentación de grupos folclóricos, lo mismo que en el INEM, con el apoyo del rector, el escritor José Ramón Mercado. Esta labor se vio truncada en la primera institución, cuando la secretaría de Educación de Bolívar, en un acto de legalismo extremo, determinó que no podían pagarle, porque estas labores no estaban contempladas en el pensum. Los profesores conmovidos y contrariados con esta medida, hicieron una recolecta para pagarle, a pesar de la insistencia del maestro Catano, como cariñosamente lo llamaban, para no cobrar por su meritoria labor.
Su desprendimiento y sencillez puede medirse claramente en lo ocurrido con su amigo Gregorio, un día que se dirigían a su sitio de pesca. En medio del camino polvoriento y bajo un sol canicular, el compadre Goyo le preguntó: ¿Compae Cata, dígame una cosa, que haría usted si se gana el Baloto? Catalino bajó la cabeza, se acomodó el sombrero y le respondió: Compae Goyo, si yo me gano el Baloto, pesco todos los días con una atarraya nueva, para no tener que estar remendando esta que llevo en el hombro… Hubo un silencio profundo y Catalino solo volvió a hablar, cuando sintió el ruido de una lancha que airosa se deslizaba sobre las aguas color panela del Canal.
Samuel Muñoz Muñoz. samuz@hotmail.es
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