Compartir:

La Madre Tierra, un título bien merecido para nuestro planeta que debería inducirnos a apreciarla, a protegerla y a pensar continuamente en ella. Lo encontramos justificado en la misma Biblia, donde leemos que Dios hizo al hombre del polvo de la tierra. Génesis 2:7.

Pero pensándolo mejor, descubro como en todo tiempo la tierra ha servido de vientre a todos los vegetales ya que, en su seno, se desarrollan las diferentes semillas que muchas veces en forma natural caen en ella.

A la madre tierra la he podido admirar en el mismo patio de mi casa, donde muchas plantas que dejé olvidadas en el momento de ausentarme del país por siete años, al volver las encuentro pujantes sin que alguien haya pensado en ellas, fuera del momento en que, rutinariamente, al lavar el patio las rociaban con agua.

Lastimosamente, constatamos cómo, nuestra madre tierra está destinada a envejecer; algo que va sucediendo a medida que desaparecen los árboles y las plantas; muchas de ellas necesarias para nuestra alimentación. Podemos entonces concluir que este envejecimiento está supeditado al progreso; lo que nos hace pensar, que se hace necesario frenarlo, aunque este freno nos sugiera acciones, en algún momento consideradas como ilícitas, tales como el control de la natalidad o que nos haga descubrir errores en lo que llamamos progreso.

Carlos A Hernández García

carlos_alberti@hotmail.com