Bien sabido es que en tiempos prelectorales se suavizan muchas relaciones y se ablandan muchos vínculos, para ello, nada mejor que la mantequilla que se puede esparcir de tal manera que cubra la gran tostada burocrática que aspiran repartirse los políticos por su facilidad para fundirse y untarse, así como su delicado sabor y aroma que llega a consumirse ampliamente en todos los estratos sociales.
La mantequilla demuestra una gran versatilidad, por ello los distintos nombres que ha recibido a nivel nacional que la han llegado a comparar con la mermelada en calidad de Auxilios, Fondos, Recursos, Partidas, Cupos y ahora Inversión.
Sin embargo, parece ser que la que se genera en cada una de las regiones ostenta mayor facilidad de colocación, lo que hace que se esparza más rápidamente en beneficio de aquellas campañas que tienden apostarle a una política de recuperación a la inversión mucho más nutritiva y apetecida por una importante mayoría.
Está demostrado que enmantequillarse políticamente, nos abre muchas puertas que normalmente no quieren abrir hasta tanto no aceiten sus sentidos que les permita saborear, sin mucho esfuerzo, las bondades de un buen pudin burocrático elaborado especialmente por aquellos “pasteleros” que saben escoger los mejores ingredientes que satisfagan el gusto de una exigente clientela.
Definitivamente, una “mantequillada” política bien repartida facilita espacios de encuentros amigables, pero cuando es demasiada y aprovechada por unos pocos, satura tanto el paladar que se pierde el verdadero sabor social para convertirse en un gusto poco democrático.
Roque Filomena