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No es fácil decir adiós, es el aprendizaje que nunca nos enseñan, no pertenece al lenguaje de la ganancia y la retención. Es algo que hace solo parte de la vivencia ¡y vaya qué vivencia!... la de la angustia, el dolor, y la desesperanza.

Cuando ya no cabe más dolor, cuando la prueba de la realidad es tan evidente, la única opción es recurrir a nuestros propios recursos: la salud… a algo en la vida que tenga sentido y todo esto lo conseguimos con un motor que nos impulsa llamado Dios.

Cuando tenemos una pérdida de gran significación, nuestro mundo interno se desconfigura, nuestro proyecto de vida se ve alterado y, lo peor, nuestra autoestima se desmorona, haciéndonos sentir sin sentido en la vida.

¿Cómo salir de la situación? Tenemos que hacer un pacto con la vida y obviamente un pacto con la muerte.

La muerte: como un lugar infinito desconocido cierto y aterrador, del cual No tenemos registro en nuestro inconsciente, pues ninguno ha muerto y ha venido a contarnos de esa experiencia.

La vida: como un espacio finito conocido también como algo cierto ligado al placer y al bienestar, del cual tenemos registro en nuestro inconsciente porque tenemos la vivencia de ella.

Con la muerte el pacto no debe estar dado por el reclamo… la devolución de nuestros seres queridos ¡imposible!… solo en la imaginación en la fantasía en los sueños podemos reeditar aquello de nuestros anhelos, interponiendo nuestra fe, nuestra esperanza razonable que nos dice que nuestros amados seres están en un lugar celestial de ríos y calles de oro abastecidos de todo, y sin necesidad alguna. Mi paz interior es la certeza por fe de que a quien yo amo y falleció donde está se encuentra bien.

No puedo pensar la ausencia de mi ser querido en un lugar de angustia y dolores ¡imposible! Solo la certeza de su paz será mi tranquilidad.

Este pacto es una acción respetuosa y de obediencia hacia el ordenamiento normal de la naturaleza.

Aceptar la muerte es un acto de obediencia, y ay de aquellos que transgredan la Ley Divina.

Mi pacto con la vida es el orden del placer, es decir, es la posibilidad de ser feliz a pesar del dolor y del duelo, a pesar de la ausencia, puesto que ganar No es siempre tener y retener, sino implica también el arte y la sabiduría de saber perder y dejar ir. Los que se van de primero algo nos dejan y, lo vivido nadie me lo puede quitar.

Vendrán momentos y oleadas de añoranza a lo largo de toda mi existencia, lo vivido persistirá por siempre, aprenderé a amar en la distancia y en la ausencia acompañada de sus recuerdos.

Maribell Orozco Vega
Psicologaforense2316@gmail.com