El Heraldo
El sueño inversionistas particulares de construir un ‘gigante’ de 56 pisos en la antigua Escollera se vino al traste por fallas en la estructura de acero. Javier García
Bolívar

La historia de las obras fallidas en Cartagena

Expertos analizan algunos de los proyectos que han tenido tropiezos en las últimas tres décadas. “La ingeniería colombiana está en deuda con la ciudad”, aseguran.

A las 12:45 de la noche del 20 de junio de 1995 se quebró como una galleta de soda el flamante y nuevo puente Heredia, que unía a la ciudad fortificada con el Pie del Cerro. Aquello sería el más grande escándalo de los 90, en esta capital.

Se fueron, en un santiamén, a la laguna de San Lázaro, 400 metros cuadrados de concreto rígido y con este desastre media ciudad quedó sin servicios públicos. No había redes sociales por aquellos tiempos y la romería de curiosos para ver la catástrofe era incontrolable. La ciudad estaba estupefacta, pues la obra había costado $700 millones.

Veintiún años después no se conoce el nombre de ningún funcionario o contratista detenido por aquel suceso vergonzoso que le dio la vuelta a Colombia.

Solo hace dos años –19 después del desplome– un tribunal ordenó al Distrito pagar 80 salarios mínimos legales mensuales vigentes, unos 50 millones de pesos, por las heridas que sufrieron aquella madrugada Édgar Alvarado Vergel y David Mercado Arrieta, dos amigos que iban en una motocicleta y que por la falta de señales tomaron el camino del puente quebrado y se fueron al vacío.

El puente quebrado significó, quizá, el fin de la carrera política del alcalde que lo mandó a construir, el médico Gabriel García Romero, primo hermano del exsenador que estuvo detenido por el caso de los auxilios parlamentarios, Juan José García Romero, quien a su vez es esposo de la exsenadora Piedad Zuccardi, que también estuvo privada de la libertad y sigue investigada por presuntos nexos con paramilitares.

Volver a levantar al puente quebrado costó otros $600 millones, prácticamente para nada: la obra es subutilizada puesto que el viejo puente, al que iba a reemplazar, nunca lo tumbaron.

Surgió por aquellos días una polémica histórica por la existencia del revellín de la Media Luna (fortificación triangular) construido en 1663, que se encuentra cerca del más antiguo puente de la ciudad. La controversia la ganaron los historiadores. Por eso el puente viejo permanece, y además porque, por entonces existía el temor de que el nuevo pudiera colapsar por segunda vez.

A la izquierda el área del túnel por donde se filtró el agua tras el intenso aguacero.

FILTRACIONES EN EL TÚNEL. Ese, tal vez, fue el inicio de una racha de obras fallidas o siniestradas que pusieron y siguen poniendo a la ciudad de boca en boca.

Dos décadas después del desplome pareciera que periódicamente se repitieran los eventos bochornosos del pasado, como si veinte años no fueran nada y en esta ciudad, que hospeda a reyes y magnates del mundo, no se aprendieran las lecciones del pasado.

La prueba de ello está a la mano. El domingo 1o. de mayo, en horas de la tarde, un aguacero providencial se desgajó sobre la ciudad, pero con mayor intensidad en la zona de Crespo, La Boquilla, Marbella.

La intensa lluvia, que para algunos fue una bendición tras meses sequía y semanas de calor inclemente, terminó convirtiéndose en la revelación de protuberantes fallas en una de las obras más polémicas y costosas de la historia reciente de Cartagena: el túnel de Crespo y los accesos a este proyecto del Anillo Vial, que une a Cartagena con Barranquilla.

En esta era del mundo electrónico bastó una foto de un chorro de agua filtrado por la parte superior del semideprimido de 600 metros para que se prendieran las alarmas y volviera la indignación a reinar como aquella vez que se fue al agua el puente Heredia.

La imagen del túnel con filtraciones se propagó en las redes sociales y los cartageneros pensaron lo peor.

Para la gente no había perdón de Dios. El túnel tenía 12 días y unas horas de haberse puesto en servicio. Con bombos y platillos, el presidente Juan Manuel Santos, el vicepresidente Germán Vargas Lleras, varios de sus ministros y funcionarios nacionales y locales cortaron la cinta de inauguración de la que describieron era la obra que iba a “contribuir con el desarrollo” de esta urbe del Caribe y por la que los colombianos pagaron $180.000 millones.

No solo bajó, como por una regadera, agua por el túnel, sino que se anegaron las vías de acceso, en Marbella. Hasta ese lunes 2 de mayo había largas colas de autos que querían entrar o salir hacia el barrio de Crespo. La marcha era lenta porque el estancamiento de las aguas casi llegaba a la altura de las farolas de los vehículos.

Las redes sociales explotaban. Los medios de comunicación se preguntaban cómo una obra tan costosa presentaba prematuramente semejantes problemas.

VERGÜENZA Y DEUDA. La concesión Vía al Mar salió a apagar el incendio y movilizó de urgencia a sus ingenieros y periodistas para dar voces de tranquilidad.

Incluso la Agencia Nacional de Infraestructura, ani, aseguró que el túnel no se iba a desplomar, como ya los memes y los videos burlones lo vaticinaban. A los días siguientes trabajaron para aumentar el desagüe en la avenida Santander, en Marbella, e impermeabilizaron las zonas de registros por donde se coló el agua.

Sin embargo, los cartageneros y el país aún tienen mal sabor de boca por lo ocurrido.

Para el exalcalde, ingeniero químico y abogado, Rodolfo Díaz Wrigth, la ingeniería colombiana es una vergüenza y está en deuda con la ciudad. Considera que “han sido una chambonería” las obras construidas en los últimos años.

El concejal Jorge Useche, de la nueva sangre del Cabildo, dijo que la ciudadanía no se puede cansar y que debe llegar hasta el final de las acciones de vigilancia y control para evitar que se repitan casos como el del túnel de Crespo.

Transcaribe operó con 10 años de atraso y funciona entre improvisaciones.

EL CASO TRANSCARIBE. Esta semana, con lo del túnel, llegaron a la memoria otras frustraciones: como los 10 años que se demoraron en rodar los buses articulados de Transcaribe. Llegó primero una nave de la Nasa al planeta Plutón antes de que el sistema de transporte masivo entrara a operar. Hoy es un éxito a medias. Se calcula que costó entre $600.000 y $700.000 millones. Y el precio fijado en 2006, cuando arrancó el proyecto, fue de $350.000 millones.

Transcaribe funciona en medio de improvisaciones. Y es que este sistema, que fue vendido como la panacea para “resolver los problemas de movilidad” de la ciudad, empezó con el pie equivocado.

El diseño del primer tramo, que comprendía desde la entrada de Bocagrande hasta la India Catalina, resultó errático. Los cálculos de la empresa contratada fallaron y hubo que hacer obras adicionales, como “comerle” espacio a la bahía de Cartagena. Fue el inicio de los retrasos y los sobrecostos de este proyecto. El resto es una historia de fracasos y demoras.

La Contraloría y Procuraduría han investigado y detectado anomalías en la contratación. Sin embargo, no hay un solo responsable detrás de las rejas.

Transcaribe aún no tiene funcionando todas sus estaciones; las tarjetas de los usuarios, semanas atrás, se agotaron y los pasajeros obtenían pasabordos hechos de papelitos y comprados a la entrada de cada zona de embarque. Al sistema le falta por terminar el Patio Portal, poner en servicio las rutas de los buses alimentadores y terminar el proceso de chatarrización de los vehículos del servicio público tradicional.

EL EMISARIO SUBMARINO. El concejal David Dáger reconoció que “muchas de nuestras obras han estado señaladas por grandes escándalos” y pidió “revisar los modelos de contratación”. Para él no puede ser siempre la mejor opción la oferta más barata. Planteó revisar otras condiciones.

“La calidad de las obras en la ciudad no son las que se exigen y técnicamente se diseñan. Inclusive, los paseos peatonales de Bocagrande y Castillogrande, recién construidos, ya presentan deterioros en las placas de rodamiento. Lo importante es que las interventorías actúen”, agregó.

Pero el inventario de proyectos truncos o accidentados no se reduce a los antes mencionados.

El 2 de diciembre del 2010 ocurrió un hecho devastador. 4,3 kilómetros de tubería para instalar el esperado proyecto del Emisario Submarino ‘naufragaron’ en altamar cuando eran trasladados hacia la zona norte de Cartagena donde iba a instalarlos. Esa fue la peor noticia de la década.

Los tubos habían viajado sin grandes novedades desde Noruega, Europa. Inclusive, el día que llegaron, la alcaldesa de entonces Judith Pinedo organizó un gran recibimiento en una embarcación al que asistieron varios ex alcaldes, que habían luchado por más de 15 años en lograr el proyecto, que significaba la eliminación de la contaminación de la bahía y la ciénaga de La Virgen, donde se depositaban las aguas residuales.

El fatídico accidente retrasó unos años la entrada en operación del Emisario y acarreó nuevos costos porque la empresa contratada no respondió por el accidente ocasionado por un mar de leva.

OBRAS DEPORTIVAS. Otro escándalo estalló en 2008 por la mala calidad de las obras construidas en 2006 para los Juegos Centroamericanos y del Caribe. La Contraloría General encontró un rosario de trabajos de infraestructura con desperfectos como filtraciones en los estadios y fisuras en coliseos y pistas de atletismo.

El detrimento patrimonial fue estimado en $238 millones. Igual para ese evento deportivo se construyó la Vía Perimetral, que bordea la ciénaga de La Virgen. Terminó siendo una obra vial incompleta y que al poco tiempo también presentó problemas estructurales.

La presidenta de la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco, capítulo Cartagena, Mónica Fadul, sobre estos episodios dijo que la ciudad “no ha sido afortunada en los últimos  años con la ejecución de muchas de sus obras públicas, desde las más sencillas hasta las de mayores exigencias técnicas, naturalmente con excepciones”.

Agregó que “los costos para la comunidad en general han sido y seguirán siendo altos, pues representan no solo mayores esfuerzos fiscales, sino también, que los efectos negativos de su construcción son mayores para los ciudadanos que deben, por principio, en pos de  su bienestar, aceptar algunos impactos negativos que se actualizan mientras se construyen”.

El presidente de la Sociedad de Ingenieros de Bolívar, Ramón Torres, por su parte, dijo que muchos de los problemas en las obras no es culpa de la ingeniería cartagenera, sino responsabilidad de profesionales del interior del país.

Añadió que el accidente del puente Heredia, por ejemplo, ocurrió por errores en el diseño estructural, que estuvo en manos de un ingeniero del otra región del país. Igual sostuvo que las obras del Anillo Vial fueron contratadas y ejecutadas por el Gobierno nacional y la concesión privada.

El ingeniero cartagenero propone que en el futuro se intercambien los conocimientos profesionales entre los que trabajan en esta región y los que vienen de otras zonas del país contratados para ejecutar proyectos de gran envergadura.

FIASCO EN LAS ALTURAS. También en Cartagena y en el país se recuerda el gran fracaso, este de un grupo empresarial privado, de lo que iba a ser la torre de apartamentos más grandes del país. Finalmente resultó un fiasco.

Se trataba de un edificio de 206 metros de altura (56 pisos), que se iba a levantar en el sector donde funcionó la famosa discoteca La Escollera, en Bocagrande.

Un vendaval puso en evidencia –hace diez años– problemas en las estructuras de acero y el proyecto se fue al traste. Otro escándalo nacional.

La ‘caparazón’ de metal estuvo a punto de venirse al suelo y los constructores decidieron acabar con el sueño de levantar este rascacielos en Cartagena.

LA COSTOSA REFICAR. Como si fuera poca esta racha de obras signadas por el fracaso, quizá otro reciente escándalo fueron los sobrecostos de la modernización de la refinería de Cartagena, en la zona de Mamonal. Era el sueño dorado de Cartagena. Décadas pidiendo este megaproyecto, visto como la salvación a grandes problemas de empleo y vital para el desarrollo de la industria petroquímica.

La refinería se hizo, pero después sobrevino la investigación de la Contraloría General y con esta las revelaciones de presuntas multimillonarias irregularidades.

El presidente del Polo Democrático en Cartagena, David Múnera, dijo que “a Cartagena le ha ido muy mal con los gobiernos de Santos y Uribe, aquí nos han hecho obras inconclusas o de mala calidad”. Agregó que, por ejemplo, las del Anillo Vial “son obras nefastas y llenas de irregularidades como se habían denunciado”.

En medio de este panorama desalentador y ante la repetición de la triste historia de los proyectos fracasados, en las esquinas de esta “noble e ínclita” Cartagena, como dice su himno, los nativos de lenguas desaforadas suelen decir con frecuencia e ironía Caribe, a voz en cuello:  “Vea, compa, aquí las únicas obras que se hicieron como Dios manda son las murallas y el Castillo de San Felipe”. Estas datan de 1796.

 

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