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En diferentes puntos de la ciudad se congregaron para observar el partido. En Cartagena, Córdoba y La Guajira vibraron con el partido.
En el primer duelo de la final de la Copa Sudamericana el rojo y el blanco predominaron en muchos rincones de Barranquilla, como si se tratara de los colores propios de la bandera de esta ciudad.
Y no es para menos, el equipo disputa dos grandes torneos, y el partido de anoche quizás era uno de los más importantes, decisivos y trascendentales para el equipo que dirige Julio Comesaña.
La jornada para los hinchas empezó en el hotel donde se concentra el cuadro tiburón. Allí, en medio de una multitud de seguidores, estaba Kensuke, un fanático japonés que hace un año vive en Barranquilla y desde entonces profesa su admiración al onceno barranquillero.
“Me gusta el equipo y disfruto cada partido. El fútbol no distingue nacionalidad”, señaló el hincha.
Y es que para la hinchada juniorista no existen los límites, la nacionalidad y tampoco las fronteras.
“Llegué hace dos días de Venezuela para poder vivir de cerca el partido. Mi familia es de acá y desde pequeño heredé la afición y me siento tiburón”, señaló Maicol Mojica.
Mientras tanto, en las afueras del Roberto Meléndez se reunían con papayera y vuvuzelas otros seguidores junioristas que disfrutaban ver el partido en pantalla gigante, teniendo de fondo al Metropolitano.
“No pude entrar al estadio, pero es emocionante sentir que se está jugando tan cerca el partido. Es una tradición que tengo con mis amigos. Es otra forma de gozar el partido”, contó el hincha William Camaño.
Un ambiente de fiesta vivieron los hinchas en cada terraza, esquina, tienda y estadero en el sur de la ciudad.
Con cada minuto que transcurría el primer tiempo del compromiso con el Paranaense de Brasil, los junioristas gritaban, se angustiaban y hacían cuentas con los puntos a favor y en contra, que le permitirían convertirse en campeón el próximo 12 de diciembre, cuando se juegue el encuentro final en el estadio Arena de Baixada de Curitiba.
“Los que amamos a Junior somos apasionados y confiamos en la nómina de lujo que tiene el equipo”, dijo Héctor Camacho.
En el Metropolitano habían unos 38 mil aficionados, pero fuera de esas tribunas eran cientos de fanáticos que esperaban agolpados el primer gol del equipo rojiblanco.
Con el segundo tiempo la esperanza por el gol hizo enardecer varias veces los ánimos de los fanáticos que, en más de una ocasión, ahogaron el grito de gol y la oportunidad para conseguir la victoria.
Cuando Junior estaba en su mejor momento del juego, la desconcentración de la defensa permitió que el Paranaense consiguiera su primera anotación. Este gol dejó en silencio a las decenas de seguidores del equipo tiburón, que no daban crédito al error.
La tristeza se apoderó de los junioristas; sin embargo, pocos minutos después vino el gol de Yony González, que puso a vibrar a los hinchas. Unos saltaron de sus sillas, algunos gritaron y otros se abrazaron —sin importar si eran del combo o no—, para celebrar el empate. “Junior de Barranquilla es una maravilla”, gritó un apasionado rojiblanco en medio de la euforia que ocasionó esta anotación.
Llegó el pitazo del arbitro que indicaba la final del partido y en las afueras los hinchas celebraron con moderación y con un sabor agridulce el empate ante el Paranaense. Confían en que en el juego de vuelta se consiga la Copa Sudamericana.
Apagaron equipos
La celebración no duró mucho tiempo en los establecimientos de comercio alrededor del estadio, porque la Policía ordenó apagar los equipos de sonido y los televisores en cumplimiento, según dijeron los propietarios de los negocios, de una reglamentación de la Alcaldía. Aunque dejaron algunos televisores encendidos, esto generó molestia entre la hinchada porque en los últimos minutos fue imposible escuchar las jugadas. Fueron momentos de tensión los que se vivieron porque los hinchas gritaban a los uniformados que llegaron a dar cumplimiento a la orden.


Desde muy temprano los hinchas del Junior comenzaron a hacerse sentir en la capital cordobesa. El ambiente rojiblanco en las calles de la ciudad anunciaba el anhelado primer encuentro de la final de la Copa Sudamericana. La 41 retumbaba con los tambores y las arengas por el Junior de los amores. Durante el partido, con el corazón en la mano y el credo en la boca, los hinchas vibraron con cada jugada.

Desde temprano los junioristas en La Guajira se prepararon para el partido del equipo barranquillero. Las camisetas rojiblancas se vieron por las calles y a la hora del encuentro en estaderos, tiendas y establecimientos los seguidores del onceno se reunieron para ver las acciones que terminaron en un empate.
Al finalizar quedaron con la esperanza de que Junior pueda ganar esta final en el juego de vuelta en Brasil.

Los hinchas rojiblancos en la Heroica creen que la aspiración por ganar la Copa Sudamericana sigue intacta toda vez que la serie está abierta y en el juego de vuelta “tendremos a Teo”.
Para José Miguel Castillo, un cartagenero que vivió 20 años en La Arenosa, el juego se explica a partir del nivel del rival que tuvo Junior al frente, por su capacidad de juego y por ser una final en la que nadie te da ventajas y cualquiera “que des, te la cobran”.