El Heraldo
Panorámica de un sector del barrio El Prado, en Barranquilla, una zona urbana de la región Caribe con abundante cubierta vegetal.
Barranquilla

Seis puntos clave para entender el valor actual de los árboles

Informe de la FAO sobre el ‘Estado de los bosques del mundo’ destaca que ayudan en la reducción de delitos y la obesidad. Este lunes se conmemoró el Día Nacional del Árbol en Colombia.

Los árboles no solo eliminan la contaminación, brindan sombra y benefician la salud. También son fundamentales para el bienestar de los habitantes, al punto que en zonas urbanas se les vincula con la reducción de delitos y la obesidad. El informe ‘Estado de los bosques del mundo 2018’, dado a conocer este mes por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), enumera varias razones para concluir que las ciudades sanas necesitan este tipo de vegetación.

Resulta pertinente aterrizar el informe de la FAO en Colombia, donde este lunes, como cada 29 de abril desde 1941, se conmemoró el Día Nacional del Árbol “para concientizar a la gente sobre la necesidad de proteger las superficies arboladas” y “frenar los efectos del cambio climático y la tala indiscriminada”, informa el Ministerio de Ambiente.

Las metas referidas por la cartera nacional están, precisamente, entre las funciones que pueden desempeñar los bosques y árboles para ayudar a los países a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y labrar un futuro mejor: son imprescindibles para la agricultura y contribuir en satisfacer las necesidades energéticas del futuro y diseñar ciudades saludables.

La FAO reseña que los bosques de tierras secas o con pocas lluvias –tal es el caso de la región Caribe– son determinantes para la seguridad alimentaria, los medios de vida y la seguridad hídrica de sus poblaciones. En los siguientes cinco puntos mencionamos los puntos del informe que más relación guardan con esta zona del país y la necesidad de cuidar las cubiertas vegetales.

Planificación de espacios verdes urbanos. En vista del incremento de la urbanización y el cambio climático, el diseño, la planificación y la gestión de los espacios verdes urbanos deberían integrarse en la planificación urbana en una etapa temprana. La función de los bosques y los árboles debería reflejarse en las políticas de adaptación al cambio climático y la mitigación de sus efectos.

Los microbiólogos Elwi Machado Sierra y Hernando Bolívar Anillo, y la bióloga Yani Aranguren Díaz, investigadores del grupo Bio-Organizaciones de Unisimón, recomiendan que las obras públicas como canalizaciones, ampliaciones de vías y nuevos espacios de confluencia, así como los proyectos urbanos privados y de vivienda subsidiadas por los gobiernos, deben integrar más árboles que aporten a la generación de sombra, la estabilidad del suelo y su capacidad de absorción y almacenamiento de agua.

“No es un asunto ornamental, porque se ve bonito. En las reforestaciones deben tomarse en cuenta las funciones que tienen los árboles, no es solo la estética: en esta región especies como el Mata Ratón, la Ceiba, el Laurel y árboles frutales nativos ayudan, incluso, a controlar la dispersión de la ‘la Pajarita’, que no se puede acabar tan fácilmente”, advierte Machado, doctor en Microbiología Agropecuaria.

Políticas sincronizadas

El desarrollo económico de los países y las medidas que los gobiernos nacionales y locales tomen para cumplir ese objetivo, deben sincronizarse con el medio ambiente. La FAO insta a reconocer la necesidad de gestionar compensaciones recíprocas, con el fin de que las políticas en el tema sean una mezcla de reglas e incentivos para la participación de actividades como la gestión forestal sostenible y los servicios ecosistémicos. “Será importante abordar los posibles obstáculos a la inversión y eliminar los incentivos a la tala de bosques”.

Aranguren agrega que además es necesario fortalecer la investigación, la planeación y la sensibilización sobre la riqueza de los bosques. “Las ciudades deben ser más que bonitas; deben ser planificadas y tener una ruta de cómo sacarle más provecho a la inversión a partir de los árboles, porque de ellos obtendremos más diversidad de bienes y servicios”.

Ecoturismo.El turismo de naturaleza, por ejemplo, está creciendo tres veces más rápidamente que la industria turística en conjunto y representa ahora alrededor del 20% del mercado mundial. Costa Rica, uno de los principales destinos ecoturísticos del mundo, fue visitado en 2016 por 2,9 millones de turistas no residentes que gastaron en promedio USD 1.309 ($3.9 millones colombianos).

Encontrar un gran parque o una zona arborizada, de más de una hectárea, es un imán que no solo dinamiza el turismo desde afuera, sino también el local porque evita que en cada temporada vacacional cada vez más ciudadanos quieran viajar.

“La economía local se beneficiara de manera más continua con el dinero que recircularía gracias a los planes familiares. En Barranquilla, por ejemplo, Juan Mina debería ser la zona de un gran parque de bosque seco que fortalecería todavía más el turismo”, propone Aranguren, doctora en Agronomía, Genética y Mejoramiento de Plantas.

Reducción de obesidad y delincuencia. Según la FAO, la integración del espacio verde y la superficie arbórea en la planificación está aumentando, por lo que hay estudios que vinculan este incremento con la reducción de la obesidad y la disminución de los delitos. Los expertos coinciden en que una zona arborizada es por excelencia sitio de concurrencia de personas. Un ejemplo: Barranquilla y el programa de su Alcaldía para recuperar los parques.

“Eran sitios muy solos como el ubicado en el bulevar de la 54 (Los Fundadores). Debido a que ya hay personal que cuida de la vegetación, la ciudadanía siente más seguridad y lo visita, es decir, se convierten en ejes desde los cuales se pueden crear entornos de seguridad”, asegura Bolívar, doctor en Recursos Agroalimentarios.

Con la seguridad surgen las oportunidades para la recreación y el deporte, puesto que los parques o las zonas arborizadas también son espacios propicios para el ejercicio, sobre todo en ciudades con altas temperaturas y gran humedad.

“Santa Marta tiene una ventaja: la Sierra Nevada. Ir a Minca es ver filas de ciclistas subiendo por rutas naturales que cuentan con una cubierta vegetal que protege del sol y permite respirar aire más fresco y puro, lo que al final brinda un bienestar emocional”, dice Machado.

Empoderamiento de la mujer. Otro beneficio de bosques y árboles es su aporte a las oportunidades de empoderamiento de la mujer. El informe de la FAO cita estudios que destacan la participación empresarial de las mujeres en el sector no estructurado y su función en el liderazgo de la gestión forestal comunitaria y participativa.

Aranguren considera que esta faceta  tiene que ver con que ha sido históricamente alta la presencia de la mujer en actividades derivadas de las plantas: recolección de semillas, producción de alimentos y artesanías, y el manejo agroforestal, entre otras.

“En Colombia hay muchas madres cabezas de hogar a causa de la violencia y, por eso, negocios como viveros son en su mayoría llevados a cabo por ellas. En Bocacerrada (Sucre) hay una asociación de mujeres que lidera procesos de siembra y comercialización de mangles: Asoproabo”, complementa el investigador Bolívar Anillo.

Emprendimiento y sector privado. Con el bosque pueden surgir iniciativas que, a cambio de inventivos económicos, promuevan la gestión de las tierras forestales y el ecoturismo. El surgimiento de pequeñas y medianas empresas especializas en productos agrícolas o forestales, ya sea alimentos o medicinas, es otro aliciente para que las nuevas generaciones de ciudadanos aprecien el valor de dedicarse a actividad o negocios de base forestal.

El entorno favorable atrae además al sector privado hacia actividades sostenibles como lograr cadenas de suministros que no provoquen deforestación o, en su defecto, incluyan la recuperación de los suelos.

Estudiarán diversidad genética del bosque seco tropical

La búsqueda de estrategias que contrarresten la degradación del bosque seco tropical en el departamento del Atlántico, es el objetivo de un análisis que lideran la bióloga, Yani Aranguren Díaz, y el microbiólogo, Elwi Machado Sierra, investigadores del grupo Bio-Organizaciones de Unisimón. El trabajo surgió hace año y medio del interés por conocer a fondo el estado del ecosistema predominante de la región Caribe colombiana.

“Pretendemos estudiar la diversidad genética de plantas y microorganismos porque si sabemos cuán diverso genéticamente es un ecosistema o una especie, podemos determinar qué tan vulnerable es y cómo mejorar su condición”, explica Aranguren. 

El informe tiene un foco particular sobre Luruaco, por ser el municipio del Atlántico que más conserva su superficie original de bosque seco tropical. Para la pluralidad de plantas, el muestreo se viene haciendo en distintas zonas del departamento. 

Aranguren está enfocada en estimar la fragilidad de las especies frente a factores como cambios ambientales, plagas, las enfermedades y la principal causa de su destrucción: actividades humanas como ganadería, extensión de áreas agrícolas, tala de árboles, tráfico de especies, urbanismo y minería.

Machado complementa el estudio con la evaluación de la diversidad microbiana de los suelos, para estimar el efecto de la degradación del bosque seco sobre las comunidades microbianas, proponer estrategias de manejo y aplicaciones biotecnológicas. 

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