El Heraldo
Un letrero anuncia la clausura de las actividades religiosas en la capilla San Pedro Claver, justo en frente de la cantina de Gollo. Jhon Robledo
Barranquilla

San Pedro Claver vs El Gollo: la pelea que tiene sin misa a Siete de Abril

Los feligreses de este barrio de Barranquilla  llevan quince días sin poder asistir a una eucaristía, debido a un pleito entre el dueño de la cantina y el párroco de la iglesia.

Gollo, picotero de vieja data, estaba asoleándose en la mañana del domingo. Sudado, agrio y con las manos sucias se aferró a las tejas del techo de su cantina, una caseta pequeña de colores vivos. A diferencia de otros, que podían aprovechar el último día de la semana para perderse entre las sábanas, este hombre moreno y de pelo oscuro arreglaba un pedazo del techo de su negocio, afectado por los constantes aguaceros de las últimas semanas en Barranquilla. Como era temprano, las cervezas seguían enfriándose en el congelador, las botellas estaban apiladas en las canastas y la champeta de El Gollo, su picó, permanecía apagada.

Faltaban quince minutos para las 11:30, momento en que –como todas las mañanas– la música de El Gollo sale despedida de los parlantes de colores. El picó, una bestia colosal contenida detrás de una reja oxidada, parecía esperar paciente para liberarse del silencio que lo castigaba. Su amo, que lleva el mismo nombre, es temido y respetado en Siete de Abril, barrio en el que se desarrolla esta historia. 

Para sus vecinos, es un tipo humilde y trabajador, que encontró en su aparato de música una forma para rebuscarse. Pero para sus enemigos “es un bárbaro”, que incluso se atrevió a amenazar de muerte a un cura, al mismísimo vocero de Dios en la tierra.

Hace dos domingos que no hay misa en la parroquia San Pedro Claver. La cantina de Gollo sigue prendida e imparable. Bullosa, como lo ha sido desde hace un año que fue establecida, fue declarada enemiga de la iglesia por el párroco Wilson Castilla, que encontraba en la champeta y el vallenato un rival incontrolable para sus reflexiones del evangelio en medio de la eucaristía. 

Cuentan los rumores en Siete de Abril, que luego de un encontronazo entre Gollo y el padre, en el que se insultaron en plena calle, bajo la luz del sol que Dios creó en el primer día, el sacerdote decidió claudicar y abandonar el barrio, cerrando de manera indefinida la capilla.

Preocupado por su vida, dicen unos, o aprovechando el contexto para huir del barrio, repiten otros, el párroco de San Pedro Claver no se la pensó dos veces antes de clausurar la casa de Dios, que ya lleva una quincena sin acoger a sus fieles seguidores. 

Oriundo de Aguachica, Cesar, el padre se habría sentido solo en su pelea contra su vecino el picotero, según afirmaron varios vecinos de Siete de Abril. Atosigado de día y de noche por el bembé y el retumbar del bajo, el párroco –comentan– no tuvo más remedio que rendirse ante las implacables fuerzas de la “música mundana” y de pedir auxilio ante las autoridades eclesiásticas.

A Gollo estos chismes lo tienen sin cuidado, o eso es lo que demuestra con su expresión dura y voz tosca, cuando se le pregunta por lo de su pleito con el párroco Castilla. 

En camisilla, después de bajarse del techo, se sentó en la terraza de su cantina, ubicada justo en frente de la parroquia. No quiere fotos, ni videos, solo que lo dejen hablar. Serio, con su rostro fruncido, soltó la frase que encabeza su versión de los hechos: “Yo nunca lo amenacé de muerte. Soy incapaz”.

“Él fue el que me amenazó a mí”, recordó, acomodándose con desdén en su asiento. “Desde la acera de en frente se puso a tomarle fotos a mi negocio. Cuando yo lo fui a encarar, a preguntarle que por qué estaba haciendo eso, me salió con groserías e insultos. Que le bajara a la música, que ya lo tenía enfermo. Algo así me dijo”. 

Gollo se recostó en su asiento, relajando los brazos y posándolos detrás de su cabeza. “Yo siempre he respetado la eucaristía. Como yo sé que la misa de 10:00 se acaba pasaditas las 11:00, a las 11:30 es que yo pongo la música. Lo mismo en las noches, yo sé que este es un barrio residencial y le bajo a eso de las 8:00 de la noche. Un poquito, tú sabes, para no espantar a los que están tomando y no alterar a los vecinos, que puedan dormir”.

La iglesia, que lleva 15 años de fundada, está ubicada al frente de la cantina, que está desde hace uno. Jhon Robledo

En la iglesia

Ayer, mientras Gollo recordaba los hechos que acontecieron hace dos semanas, unos 30 adolescentes estaban reunidos dentro de la capilla. 

Después de quince días de cierre de las actividades religiosas, el grupo de catequesis, liderado por un religioso llamado Antonio, abrió las puertas del templo para continuar con su preparación para la Confirmación, el tercero de los sacramentos ordenados por la iglesia Católica. Protegidos por “la gracia de Dios” contra las supuestas amenazas de muerte del vecino, los jóvenes apresuraban su aprendizaje, pues en menos de 30 minutos llegaba la música.

“La verdad es que el padre se cansó. El pleito fue por culpa de la música”, fue lo primero que dijo Esnáider Berdugo, líder religioso de la comunidad. “El párroco no podía dormir por la música, que suena hasta las 3:00 de la mañana. El problema en sí no es la cantina, porque el dueño respeta la eucaristía, pero el resto de actividades, como esta catequesis, muchas veces no se pueden hacer”, dijo.

A pesar del cierre, un grupo de jóvenes se reunieron ayer para continuar con sus estudios de catequesis. Jhon Robledo

Versiones

Según el grupo religioso ahí congregado, fue Gollo el que insultó y lanzó improperios contra el párroco. “Él lo amenazó desde la calle”, comentaron algunos, refugiados entre la multitud reunida dentro de la iglesia. “Al padre no le quedó más que irse”, fue la conclusión de Esnáider, antes de integrarse a la actividad.

Pocos minutos antes de que empezara la música, la misma que había atormentado al párroco y a los feligreses de San Pedro Claver, la calle estaba tranquila, como un ring de boxeo antes de que los dos luchadores entraran en escena. 

Detrás de los portones de la iglesia, enmarcados con el anuncio de la suspensión de las eucaristías, los jóvenes se preparaban para irse a almorzar a sus casas. En la cantina, Gollo, como todos los domingos, estaba listo para abrir su negocio, al que –dice– muchos de los creyentes asistían a “tomarse un par de frías”.

“Acá venían después de los bautizos, de las misas o de las celebraciones a tomar cerveza. Yo los recibía a todos con mucho cariño. Recuerdo que, incluso, al final de las eucaristías el padre me levantaba el pulgar, haciéndome una seña para indicarme que podía subirle a la música. Nunca tuvimos problemas hasta ese día que vino a tomarme las fotos. Y eso que yo llevo un año con este negocio”, contó.

El picó El Gollo, enrejado antes de que empiece a sonar la música que tanto ha molestado a los feligreses. Jhon Robledo

El futuro

En la despedida, ya resignado con el tema, Gollo soltó lo que podría ser su arma secreta en medio de esta cruzada que, según él, lanzó la iglesia contra él y su negocio. “No me creas lo que te digo, pero he escuchado que el párroco se robó casi un millón de pesos de los diezmos. Para mí que está aprovechando toda esta situación para irse, porque ese tipo nunca ha querido estar por aquí”.

Ni los rezos, ni las plegarias han podido volver a subir al párroco al atril, del que se bajó por última vez el sábado de hace dos semanas. Pero la acción popular, por la que ya recogieron 300 firmas, podría ponerle fin al reinado de la sabrosura. 

Varios vecinos, seguidores y asistentes de la iglesia de San Pedro Claver, en sus quince años de haber sido edificada, se unieron en contra de la cantina y le piden, por medio de un documento presentado a la Alcaldía Metropolitana, que retiren a Gollo y a su picó de la zona, para ellos poder acudir a misa sin ningún tipo de “distracciones y escándalo”.

“Ese establecimiento no debería estar ahí, frente a la iglesia, porque uno se concentra totalmente de lo que pasa en la eucaristía. Nosotros queremos que él sea consciente y mude su negocio a otro lugar. Nosotros sabemos que él se rebusca de esa manera, pero la iglesia lleva quince años. Todos los párrocos han tenido problemas con Gollo, así que lo mejor es que se cambie de sitio porque este pleito nos tiene sin misa”, contó Edith Barrios, vecina del sector.

Contra los rumores y a pesar de la fama que carga entre sus vecinos, Gollo sigue al frente de su negocio. Algunos lo tildan de matón, pero otros entienden su postura. “Yo estoy tranquilo, mis vecinos saben que yo soy incapaz de algo así”, repitió. A las 11:30 de la mañana, casi que de manera religiosa, la música empezó a sonar.  Los feligreses, al otro lado de la calle, siguen contando los días para que su negocio, una pequeña cantina, sea reubicada lejos de su capilla, que todavía tiene las puertas cerradas, sin un párroco que continúe su cruzada contra la champeta.

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